Estaban una tarde en un huerto los Reyes Cat�licos don Fernando y don�a Isabel; se hallaba con ellos muchos caballeros y damas de la corte; para solazarse y pasar el rato idearon un juego. Hab�a en el huerto una higuera que ten�a muy pocos higos maduros; convinieron todos en que cada uno cogiese un higo y lo comiese, pero con la condici�n de que no lo hab�an de tentar antes, sino que el higo sobre que pusieren la mano fuera a la boca sin remisi�n, estuviese verde o maduro. Como hab�a en la higuera muchos higos aneblados, la mayor parte de los circunstantes se enga�aban y ten�an que apencar con un higo desabrido, sin jugo y sin az�car. Estando el concurso en este juego, acert� a entrar en el huerto Hernando del Pulgar, cronista de sus Majestades. Propusier�n el pasatiempo, y �l se acerc� al �rbol para coger un higo. Pero como apenas lo hubo tentado sintiera que se hallaba asaz verde, retir� prestamente los dedos y dijo sonriendo: "Ender�zate"
Hernando del Pulgar fue en esta ocaci�n muy agudo. Cuando vio que hab�a errado el negocio, quiso �l dar a entender con esa palabra que no hab�a sido su prop�sito coger el higo, sino enderezarlo. Sepa a su imitaci�n el pol�tico corregir a tiempo la inadvertencia. Se ha dicho que no es necio el que hace la necedad, sino el que, hecha, no la sabe enmendar. Ocurrir� muchas veces que, estando de mal humor, demos una repuesta agria a quien no la merece: corrijamos a tiempo con afabilidad y cortes�a nuestro desav�o. Suceder� tambi�n que, fundados en falsos razonamientos, obremos como no debimos obrar; venga inmediatamente una rectificaci�n cauta y discreta de nuestra conducta. La pasi�n, la ira, el despecho, puede llevarnos a extremos que no est�n de acuerdo con nuestra ecuanimidad; sepamos encontrarles un pretexto, una justificaci�n, una l�gica, y esforc�monos en seguida con actos justos, sosegados, dignos, en borrar del �nimo de las gentes el mal efecto producido.