Antecedentes inmediatos

La revista Savia Moderna fue la primera expresi�n de la que llegar�a a ser la generaci�n del Ateneo. Veinte de los sesenta y nueve atene�stas figuraron en la redacci�n de esa revista de corta vida, que apareci� de marzo a junio de 1906, dirigida por Alfonso Cravioto y Luis Castillo Led�n.2 [Nota 2]

En Savia Moderna aparecieron colaboraciones de Antonio Caso, Pedro Henr�quez Ure�a, Jes�s T. Acevedo y Ricardo G�mez Robelo, as� como ilustraciones de De la Torre, Z�rraga y Diego.

El segundo paso fue dado al a�o siguiente: en 1907 se contituy� la Sociedad de Conferencias, que organiz� un par de series de pl�ticas, complementadas con lectura de poemas y n�meros musicales, la primera se llev� a cabo en el Casino de Santa Mar�a, y la segunda, en el Conservatorio Nacional.





Para animar esta serie, se leyeron poemas de Nemesio Garc�a Naranjo, Manuel de la Parra, Luis Castillo Led�n, Roberto Arg�elles Bringas, Abel C. Salazar, Eduardo Col�n y Alfonso Reyes.



La conferencia se convert�a en un instrumento de comunicaci�n cultural a tr�ves del cual se acercaba un grupo de j�venes informados a un p�blico virtualmente interesado en ponerse al d�a en cuestiones filos�ficas, est�ticas y literarias, casi todas relativas al pasado m�s reciente. Cabe tambi�n hacer notar que todos los conferencistas, salvo Rub�n Valenti, fueron despu�s miembros del Ateneo, al igual que los autores de los poemas le�dos en la primera serie de conferencias.4 [Nota 4]

Despu�s de los tres pasos indicados, 26 j�venes intelectuales decidieron reunir sus esfuerzos de manera m�s organizada y no exenta de compromiso social, y formaron una asociaci�n civil debidamente constituida el 28 de octubre de 1909.

Gracias al texto de la escritura notarial se sabe, adem�s de qui�nes fueron los socios fundadores, que el 25 de septiembre de 1912 cambi� su nombre por el de Ateneo de M�xico, y que fueron presidentes de la asociaci�n civil, en orden consecutivo, Antonio Caso, Alfonso Cravioto, Jos� Vasconcelos, Enrique Gonz�lez Mart�nez y otra vez Antonio Caso.

Su domicilio ser�a la ciudad de M�xico, aunque podr�a extender sus actividades al interior de la Rep�blica y aun al extranjero. El objeto de la asociaci�n ser�a trabajar por la cultura y el arte. Para lograrlo, el Ateneo organizar�a reuniones p�blicas en las cuales se dar�a lectura a trabajos literarios, c�ent�ficos y filos�ficos, y sus miembros escoger�an temas para dar lugar a discusiones p�blicas.

Aunque no lleg� a satisfacer ese punto, se propuso publicar una revista. Tambi�n la mayor�a de los socios deber�an aprobar las propuestas tem�ticas para todo tipo de reuni�n p�blica y, desde luego, deb�a entrar en contacto con otras asociaciones e individuos. Esto �ltimo fue cumplido y el Ateneo se vio enriquecido con la visita de escritores de otros pa�ses.

El estatuto indica que deber�a celebrarse una reuni�n mensual interna y podr�an constituirse grupos de estudio.

Cinco clases de miembros formar�an el Ateneo: fundadores, activos —los cuales ten�an las mismas obligaciones—, asistentes, correspondientes y honorarios. Los dos primeros se obligaban a pagar dos pesos al mes.

La mesa directiva estaba formada por un presidente, un vicepresidente, un secretario de correspondencia, uno de actas y un tesorero.5 [Nota 5]

El acto p�blico m�s conocido de Ateneo fue la famosa serie de conferencias de agosto a septiembre de 1910, la cual se llev� a cabo con el patrocinio de don Justo Sierra, considerado con raz�n por Felipe Garrido "atene�sta ad honorem", y de don Pablo Macedo, entre otros. Cabe reproducir el programa, aunque es muy conocido:



El comentario obvio y m�nimo que puede desprenderse, es que destacan el nacionalismo (Oth�n, Pensador, Sor Juana y Barreda) y el iberoamericanismo (Hostos y Rod�), actualizados, llevados al presente. Al mismo tiempo, revaloraci�n del pasado lejano: Sor Juana, Lizardi; del cercano, Barreda, y del inmediato: Oth�n. Insistencia en la comunidad hispanoamericana y en la superaci�n del positivismo.

Con estos elementos y la calidad de los trabajos presentados, el Ateneo de la Juventud cumpli� con uno de sus prop�sitos alrededor del Centenario de la Independencia. Esta menci�n no es gratuita: fueron antene�stas dos de los colaboradores de la famosa. Antolog�a del Centenario: Urbina y Henr�quez Ure�a.

La presencia atene�sta fue haci�ndose cada vez m�s fuerte en el medio intelectual. Si bien hay una primera dispersi�n en los meses de la crisis porfiriana y del levantamiento de Madero, el Ateneo se reagrupa, aumenta su membres�a e incluso trata de tener un "color" pol�tico, lo cual no llega a darse, en virtud de las hondas diferencias de sus integrantes: en una esquina, maderistas de la talla de Vasconcelos, en la otra antimaderistas tan destacadas como Garc�a Naranjo y Lozano: la mitad del "Cuadril�tero".

Otra gran dispersi�n es la que sucedi� despu�s de febrero de 1913; permanecieron en M�xico aquellos que estaban de acuerdo con el r�gimen de Victoriano Huerta, del cual fueron colaboradores, o algunos abstinentes de participar en la pol�tica, mientras que se fueron del pa�s, para regresar luego por el Norte, aquellos demasiado identificados con la Revoluci�n, entre ellos el ya citado Vasconcelos, m�s Fabela y Guzm�n.

Antes de la dispersi�n de 1913, el ateneo dio su mejor fruto: la Universidad Popular Mexicana, de vida m�s prolongada y que constituye un puente entre el desaparecido Ateneo y el retorno de la di�spora y el aglutamiento de buena parte de atene�stas bajo la �gida vasconceliana en la Universidad Nacional, primero, y despu�s en la Secretaria de Educaci�n P�blica, a fin de cuentas, instituciones vitalizadas por el impulso b�sico de los atene�stas, que as� colaboraron en la reconstrucci�n nacional.

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