4. Las Islas Marías

4. Las Islas Marías


A unos 70 km de San Blas, frente a las costas de Nayarit, se encuentran dos archipiélagos, el de las Islas Marías, el más famoso, y el de las Tres Marietas. El primero es el más importante y el único habitable. Poca gente sabe que las Tres Marías (María Madre, María Magdalena y María Cleofas) van acompañadas de la isla San Juanito, la más chiquita. Su terreno es pobre y crece en él una vegetación raquítica. Las aguas que la rodean son tan cristalinas que puede verse el fondo a tres brazadas de profundidad. Abunda el pargo, la concha perla, la esponja y la pobre tortuga de carey, antes tan numerosa sobre la costa y hoy exterminada por los hombres.

La isla María Madre es la más grande: está al sur de la de San Juanito, y tiene una extensión de 227 kmē. Su altura máxima es de 616 m, lo que hace de ella un verdadero cerro en el mar. Sal, madera fina y cal son sus riquezas. Actualmente la María Madre, como todo el archipiélago, sirve de colonia penal. Las islas funcionan como prisión sin rejas desde 1905.

María Magdalena es la isla de en medio y tiene una superficie de 128 kmē. Como la Madre, tiene terrenos para siembra y problemas de agua. El maguey silvestre crece por todos lados y hay mucha madera.

María Cleofas es mucho más chica (44 kmē) y casi redonda. Ella también es un peñasco en el mar, como sus hermanas.

El archipiélago de las Tres Marietas se encuentra a la entrada de bahía de Banderas, a 10 km de la Punta de Mita. Es volcánico como la isla Isabela, que dista de la costa unos 25 km. Sin vegetación ni agua potable, es el paraíso de las aves marinas. La mayor de estas pequeñas islas, la única con faro, es plana y tiene escasos 800 m de largo. No hay un solo árbol, apenas unos cuantos arbustos y unas cuantas palmas enanas. Altos pastizales de color dorado ondulan bajo el viento.

Hay tantos nidos en el piso que uno debe caminar con mucha precaución para no pisarlos, y tantos millares de aves volando que aturden. A las gaviotas no les gustan las visitas y expresan su enojo de un modo muy eficaz: practican el vuelo rasante, a dos centímetros de la cabeza del intruso, al tiempo que emiten su más potente graznido.


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