Además de los asaltos de bandoleros y de indios, los pastores sufrían en el lento y largo recorrido otro tipo de molestias. Muchos alcaldes de los lugares por donde pasaban "inventaron" lo que se denominó una "visita" a las pastorías. Esta extorsión o "mordida" se observó desde los primeros años de la entrada de los ganados. Si ya habían pagado en una parte, tenían que hacerlo en la siguiente. En 1653 fue levantada una información sobre este abuso. Uno de los testigos declaró que "son tan intolerables las vejaciones que las justicias hacen a nuestros sirvientes y las imposiciones y costas que les llevan, que nos obligan a representar nuestras quejas y agravios". Señalaron, en particular, la contribución arbitraria de la "visita", cobrándola en cada partido dos veces, una a la venida y otra a la vuelta, llevando por cada una hasta 12 y 14 pesos; exigiéndoles, además, 100, 200 y hasta 400 ovejas. "A tal extremo llegan dicen que salen las justicias a los caminos, donde con aprietos les obligan a que vengan en cuanto quieren". Pero no sólo los alcaldes los extorsionaban. También los labradores del trayecto les impedían usar el agua de los arroyos, manantiales y ríos. Algunos tenían que desviar el camino tres o cuatro jornadas antes de entrar al Nuevo Reino, "trayendo sus ganados por cerros y lomas".