ENTRE LA MASA GENERAL de mineros y pastores, soldados, mercaderes
y aventureros que entraron a poblar Nuevo León, hubo cierta clase social que
se ufanaba de su origen y que manifestaba, con frecuencia, su hidalguía y su
nobleza. Ser de los primeros en poblar ya daba, de por sí, cierta categoría.
El título 100 de las Ordenanzas de Nuevas Poblaciones; dadas por Felipe
II en Segovia, en 1573, dice:
A los que se obligasen a hacer la dicha poblazón e cumplido con su asiento, por honrar sus personas y descendientes y que de ellos como de primeros pobladores quede memoria loable, les hacemos hijosdalgo de solar conocido a ellos y a sus descendientes legítimos, para que, en el pueblo que poblaren en otras cualesquiera partes de las Indias, sean hijosdalgo y personas nobles, de linaje y solar conocido, y por tales sean habidos y tenidos, gocen de todas las honras y preeminencias y puedan hacer todas las cosas que todos los hombres hijosdalgo y caballeros de los reinos de Castilla, según fueros, leyes y costumbres de España puedan y deban gozar.