XXI. PSICOTOMIMÉTICOS

ESTE GRUPO DE DROGAS ha recibido varios nombres: alucinógenos (sustancias que inducen alucinaciones), psicodélicos (sustancias que se manifiestan en la mente, o que hacen "ver" a la mente), psicodislépticos (sustancias que alteran la mente), psicotomiméticos (agentes que simulan las psicosis), enteógenos (sustancias que favorecen las actitudes místicas o que incrementan la religiosidad) o sustancias consideradas dentro de la clase phantastica: fármacos que reemplazan la realidad con elementos de la ilusión. Es necesario aclarar que estas drogas rara vez causan verdaderas alucinaciones (definidas como percepciones en ausencia de objeto real). De ahí que también se les haya denominado ilucinógenos: agentes que inducen ilusiones (definidas como percepciones alteradas en presencia de objetos reales). Digamos también que tampoco inducen verdaderas psicosis, como las reconocería un psiquiatra. Para fines prácticos, en este capítulo utilizaremos estos términos indistintamente.

El uso de drogas que alteran la percepción del hombre es antiquísimo y ya hablamos antes de sus orígenes. Las razones que han llevado a ingerir sustancias no por su valor nutritivo sino por sus efectos mentales son aún especulativas. Lo mismo sucede en relación con su descubrimiento: ¿cómo se descubre una planta, hongo o cacto con efectos alucinógenos? ¿por ensayo y error? ¿observando sus efectos en animales?

La actitud de la sociedad ante estas sustancias es también curiosa: se puede adorar al sujeto que ha tenido una "visión" y llamarlo profeta, y perpetuar sus palabras en textos considerados sagrados, o se le puede estigmatizar, castigar o torturar y llamarlo poseído, demoniaco, o incluso hippie, para censurarlo o condenarlo.

Otro de los hechos curiosos de los alucinógenos "naturales" (los provenientes de plantas u hongos) es su distribución geográfica: la inmensa mayoría se localiza en el Nuevo Mundo (se han reportado cerca de 130), mientras que en Europa, África y Asia sólo se han identificado una veintena.

Las drogas alucinógenas producen alteraciones de la sensación, la percepción, el estado de ánimo y el nivel de consciencia que dependen en forma importante no sólo de la dosis, sino también de las condiciones en las que se utilizan. Por ejemplo, el peyote no produce los mismos efectos en un tarahumara o un huichol que ingiere los botones del cacto en el desierto, entre los suyos, después de haberse preparado psicológica y físicamente para ello, y con fines místico-religiosos, que en un citadino que lo consume en un ambiente urbano, con música de rock, luces estroboscópicas y con fines más de aventura o experiencia que místicos. La expectativa que el sujeto tiene de los efectos del alucinógeno puede ser determinante de los resultados que produce.

A pesar de que, en general, estas sustancias alteran las funciones mentales en forma importante, la manera en que cada una de ellas lo hace es diferente: no es lo mismo un viaje con hongos, que con peyote o LSD. Las diferencias, sin embargo, se sitúan dentro de lo subjetivo, y el médico sólo podrá atestiguar los cambios de la presión arterial, el diámetro pupilar, la temperatura de la piel, etc., para decir que estos efectos se parecen.

Otra característica común de los agentes psicodélicos es su bajo potencial de abuso: son sustancias que rara vez provocan dependencia y excepcionalmente desembocan en un hecho fatal (al menos físicas; las "cicatrices" psíquicas, consecuencia de un mal viaje , pueden ser graves).

Podemos clasificar a los psicotomiméticos de acuerdo con sus propiedades físico-químicas, su estructura molecular o su interacción con los neurotransmisores, en particular con la dopamina, adrenalina y noradrenalina, con la acetilcolina y la serotonina.

AGENTES CON EFECTOS ADRENÉRGICOS

Este grupo de drogas tiene la particularidad de poseer el grupo químico catecol, común a los neurotransmisores dopamina, adrenalina y noradrenalina. En este grupo encontrarnos la mescalina, proveniente del peyote, y varios derivados de la anfetamina: la dimetoximetilanfetamina (DOM o FTP), la metilendioxianfetamina (MDA) y la metilendioximetanfetamina (MDMA o éxtasis).

"...ellos mismos descubrieron, y usaron primero la raíz que llaman peiotl, y los que la comían y tomaban, la usaban en lugar de vino... y se juntaban en un llano después de haberlo bebido, donde bailaban y cantaban de noche y de día a su placer y esto el primer día, porque el siguiente lloraban todos mucho..." O también (libro XI, cap. VII, ñI): "Hay otra yerba como tunas de la tierra, se llama peiotl, es blanca, hácase ásia la parte del norte, los que la comen o beben ven visiones espantosas o irrisibles; dura esta borrachera dos o tres días y después se quita: es común manjar de los Chichimecas, pues los mantiene y da ánimo para pelear y no tener miedo, ni sed ni hambre, y dicen que los guarda de todo peligro."

Estas son palabras de fray Bernardino de Sahagún, en su Historia general de las cosas de la Nueva España, refiriéndose al peyote.

Este cacto, denominado en botánica Lophophora williamsii, es nativo del norte de México y sur de los Estados Unidos y lo han empleado desde hace siglos, y hasta la fecha, diversos grupos de indígenas con fines religiosos. El peyote contiene cerca de 30 sustancias psicoactivas; el principal alcaloide responsable de los efectos psicodislépticos es la mescalina. Otro cacto, el Trichocereus pachanoi, que se encuentra en Perú, Bolivia y Ecuador, también contiene mescalina (cerca de 2%).

La dosis efectiva promedio, en el adulto, es de 300 a 600 mg. Sus efectos incluyen midriasis, aumento de la temperatura corporal, la frecuencia cardiaca y la presión arterial, estimulación central y en ocasiones periférica. Los efectos alucinogénicos de la mescalina, en una versión singular, han sido descritos por Aldous Huxley en su libro Las puertas de la percepción (1954).

Después de su ingestión, la mescalina alcanza concentraciones máximas en el cerebro entre los 30 y 60 minutos, donde es detectable durante nueve a 10 horas. Los efectos dependen de la dosis. Cuando éstas son elevadas pueden producir depresión cardiaca, dolor de cabeza, disminución del ritmo respiratorio, contracciones intestinales y uterinas, incoordinación muscular e hipertensión arterial. De acuerdo con estudios en animales, se ha calculado que la mescalina es de 1 000 a 3 000 veces menos potente que el LSD y unas 30 veces menos potente que la psilocibina (el alcaloide más activo de los hongos alucinógenos).

FIGURA XXI.I. Cactos psicoactivos: peyote y T. Pachanoi.


La administración repetida de mescalina conlleva el desarrollo de cierta tolerancia en cuanto a sus efectos, la cual —es interesante mencionar— es cruzada hasta cierto punto con la del LSD. Es decir, un sujeto tolerante a la mescalina también lo es para el LSD. Este hecho debe considerarse cuando se investiga el mecanismo de acción de ambas sustancias, pues se ha propuesto que la mescalina actúa más a través de mecanismos dopaminérgicos y noradrenérgicos que serotoninérgicos, mientras que en el caso del LSD ocurre lo contrario (es decir; más efectos serotoninérgicos). En realidad, todos los alucinógenos afectan de diversas maneras tanto a uno como a otro sistema de neurotransmisores; y por supuesto, a otros más.

El hecho de que estas sustancias afecten de manera notable el pensamiento y las emociones, además de la activación generalizada de los sistemas de alerta y la atención, indica sus acciones a nivel de la corteza cerebral, el sistema límbico y la formación reticular del tallo cerebral (véase la Primera Parte).

El efecto "indeseable" más frecuente, a dosis no tóxicas, es el llamado "mal viaje". El sujeto puede sufrir crisis de angustia, paranoia y pánico, las cuales pueden disminuirse con la administración de tranquilizantes.

Los otros alucinógenos mencionados al principio de este capítulo son sintéticos: por sus siglas, el DOM, el MDA, el MDMA y la PCP (fenciclidina). (Esta última sustancia se revisará en el capítulo XIII de la Quinta Parte.)

La DOM (dimetoximetilanfetamina), también llamada en los Estados Unidos STP (serenidad, tranquilidad, paz), desarrolló la reputación de producir experiencias particularmente duraderas (cerca de 12 horas), pero al parecer esto se debía a la administración de dosis particularmente elevadas (recordaremos en este contexto, en forma repetida, que es muy difícil controlar con exactitud las dosis de fármaco en preparaciones que se adquieren ilegalmente en la calle. Frecuentemente la dosis es diferente, el producto contiene contaminantes o se trata claramente de otra sustancia). Se han comparado los efectos de la DOM con los de la combinación de la anfetamina y el LSD.

La dosis efectiva promedio es de 3 mg, y se han detectado preparaciones adquiridas en la calle conteniendo 10 mg, dosis claramente tóxica y asociada a reacciones de pánico.

La MDA (metilendioxianfetamina) muestra efectos parecidos a los de la anfetamina y a los de la mescalina. Produce anorexia, aumento del nivel de vigilia, sensación de bienestar físico e intensificación de las aferencias sensoriales. Una dosis de 150 mg empieza a actuar entre los 30 y 60 minutos de la ingestión, alcanza un máximo a los 90 minutos y tiene una duración promedio de ocho horas. Dosis de 500 mg pueden resultar fatales.

La MDMA es una modificación química de la MDA, pero difiere en sus acciones de varias maneras: ratas entrenadas para discriminar los efectos de la DOM (los animales estaban entrenados para reconocerlos, o su ausencia cuando se les inyectaba solución salina) mostraban cierta "generalización" con la MDA (es decir, confundían la DOM con la MDA) pero no con la MDMA; además, la tolerancia cruzada entre MDA y MDMA no se presenta.

Esta droga produce euforia, aumento de la sensibilidad al tacto y disminución en la inhibición, además de facilitar la sensación de cercanía con otras personas. Por estas características se le llamó Éxtasis (también XTC, o Adán) y se volvió popular entre algunos psicoterapeutas, que argumentan que esta desinhibición y aumento de la empatía inducida por la droga facilita el tratamiento psicoanalítico.

La dosis promedio es de 50 mg y dosis más elevadas pueden ser tóxicas.

Existe controversia sobre la toxicidad crónica de la MDMA: algunos estudios muestran su utilidad en el campo de la psiquiatría, particularmente cuando se controla en forma estricta la posología (dosis, frecuencia de administración), mientras que estudios en animales han indicado dos resultados preocupantes: primero, los monos son capaces de autoadministrarse MDMA, en la misma forma que lo hacen con la heroína, anfetamina o cocaína (mas no drogas alucinógenas), y segundo, el análisis histológico del cerebro de ratas y monos que han recibido MDMA en forma crónica ha mostrado lesiones irreversibles en las neuronas serotoninérgicas del rafé, lo cual significa que lo mismo podría ocurrir en el hombre.

Mientras esta controversia se resuelve, se considera que esta sustancia no tiene usos médicos y se clasifica como ilegal.

AGENTES CON EFECTOS ANTICOLINÉRGICOS

En este grupo se encuentran algunas de las plantas con mayor tradición e historia escrita, célebres por su papel en la leyenda y la literatura de varias culturas europeas, hindúes y americanas. Pertenecen a la misma familia que la papa, las Solanáceas. Tres de ellas se han empleado básicamente en Europa e India: la Atropa belladona, la Mandragora officinarum y el Hyoscyamus niger (beleño). La cuarta, de la especie Datura, se distribuye mundialmente (nuestro famoso toloache).

La belladona es célebre por las historias de envenenamientos, brujería y ceremonias secretas asociadas a su uso. En Las mil y una noches se describe una muerte con veneno (probablemente atropina); hay historias medievales que sugieren su consumo en misas negras, incluyendo las narraciones de brujas que vuelan en escobas; la mandrágora se describe en la Biblia y el beleño es mencionado por Plinio, en el año 60 d. C. Diferentes especies de Datura también se han conocido desde hace siglos: entre los chinos se le ha asociado a Buda; entre los antiguos griegos se le utilizaba en ceremonias adivinatorias y quizá ritos dionisiacos; entre los hindúes se usaba en ritos ligados a Shiva; y en Mesoamérica, Francisco Hernández, protomédico real de Felipe II, la describe en su famosa Farmacopea (¿y quién no ha escuchado alguna historia de hechicería realizada mediante la administración de toloache?)

Estas plantas contienen alcaloides con efectos anticolinérgicos (bloquean el receptor de la acetilcolina) marcados: la atropina (d,l,-hiosciamina), la escopolamina (1-hioscina) y la 1-hiosciamina.


FIGURA XXI.2A. La belladona y la mandrágora.


Dada la amplia distribución central y periférica de este receptor (véase el capítulo V), los efectos de estos alcaloides ocurren a muy diversos niveles: sequedad de la boca, taquicardia, aumento de la temperatura corporal, disminución del peristaltismo gastrointestinal (p. ejem., constipación), dilatación pupilar, confusión mental, obnubilación de la consciencia, pérdida de la memoria reciente, y somnolencia, delirio y coma a dosis elevadas. A diferencia de otros alucinógenos, los anticolinérgicos no incrementan la percepción sensorial.

FIGURA XXI.2B. El beleño y el toloache.


Como vimos en el capítulo XIV (Antiparkinsonianos), los anticolinérgicos sintéticos, como el trihexifenidil y la benzotropina, pueden producir alucinaciones.

Por razones más históricas que farmacológicas, mencionemos en este capítulo un hongo, la Amanita muscaria. Decimos históricas porque se pensaba que los efectos tóxicos de este hongo se debían a sus interacciones con el receptor muscarínico de la acetilcolina (de ahí su nombre); sin embargo, se ha visto que no hay tal, y que sus efectos alucinógenos se deben más bien a sustancias que interactúan con el receptor del GABA, en este caso el muscimol, y del glutamato, mediante el ácido iboténico.

La amanita es uno de los hongos tóxicos más conocidos y fácil de reconocer: es el famoso hongo con sombrero rojo y puntos blancos de los cuentos. Se le ha asociado al Soma, la droga sagrada de la inmortalidad, mencionada en el Rig Veda (1500 a. C.), a la ambrosía de los dioses del Olimpo, a los misterios de Eleusis, también en la antigua Grecia, e incluso a los orígenes del cristianismo en Roma. Se sabe que lo usaban las tribus nómadas de Siberia, los chamanes, en particular en ritos comunales de indulgencia. Éstos conocían algo del metabolismo de los alcaloides responsables de los efectos alucinógenos del hongo y sabían que se excretaban en la orina, de manera que si ésta se bebía, se podían prolongar los efectos o compartirlos con un aprendiz. En las heladas regiones de Siberia, donde el hongo escasea, su precio era alto (en ocasiones, un solo hongo costaba un venado completo).

La intoxicación por muscarina provoca náusea, vómito, cefalea (dolor de cabeza), alteraciones visuales, arritmias cardiacas y estado de choque.

FIGURA XXI.3. Hongos psicoactivos: A. muscaria, cornezuelo de centeno (ergot) y Psilocybe.




AGENTES CON EFECTOS SEROTONINÉRGICOS

A estas sustancias también se les ha llamado indólicas, por contener, como la serotonina, la estructura química núcleo indol. La psilocina y la psilocibina, alcaloides contenidos en los hongos alucinógenos, así como el LSD (dietilamida del ácido lisérgico) son sustancias indólicas. También la DMT (dimetiltriptamina), que se encuentra en un árbol de las Antillas y en algunos lugares de América del Sur, donde se le conoce como Cohoba, es una molécula indólica, lo mismo que la harmina, una liana que crece en la selva amazónica, conocida como yagé, ayahuasca o caapii en ésas regiones. Su nombre botánico es Banisteria caapi, y se le combina en ocasiones con hojas que contienen DMT. La mezcla produce efectos más intensos. En África existe también un alucinógeno indólico, la ibogaína, proveniente de Tabernanthe iboga, planta utilizada en ritos de iniciación.

En la sierra mazateca, Psilocybe mexicana, el teonanácatl ("carne de los dioses") de los antiguos mexicanos, se utiliza desde hace siglos en ceremonias místico-religiosas. Su empleo fue reprimido por la Iglesia de los conquistadores y no fue sino hasta 1955 que se conoció la existencia de estos hongos. Gordon Wasson los identificó y Albert Hofmann, en 1958, aisló de ellos la psilocibina, su principio activo.

Existen otras variedades de Psilocybe con distribución casi mundial. Una de ellas, Psilocybe cubensis, incluso se cultiva fácilmente.

Una vez que se ingiere, la psilocibina se convierte en psilocina en el estómago. Ambos alcaloides disminuyen la recaptación de serotonina en el cerebro y la periferia. El inicio de sus efectos se aprecia entre los 25 y 40 minutos después de la ingestión y duran hasta ocho horas. Como con los otros alucinógenos, el sujeto tiene las pupilas dilatadas y aumento de la temperatura corporal, frecuencia cardiaca y presión arterial.

FIGURA XXI.4. Algunas plantas que contienen indoles psicoactivos: ayahuasca, T. Iboga y R. Corymbosa.




Su expresión facial puede indicar una percepción alterada. Los efectos subjetivos dependen del sujeto, su historia personal, sus expectativas, y el medio que lo rodea en ese momento. Como para todos los alucinógenos, intentar la descripción de un "viaje" de hongos resultaría totalmente personal.

El LSD es el más famoso de los alucinógenos. Es una sustancia semisintética, proveniente de la modificación química de un núcleo indólico del hongo del centeno Claviceps purpurea (el llamado cornezuelo, o ergot, en inglés). Este hongo contiene varios derivados activos que actúan en el sistema nervioso y en los vasos sanguíneos. Las propiedades del cornezuelo de centeno eran conocidas desde la remota antigñedad. En una tableta asiria de alrededor del año 600 a. C. se advierte sobre el peligro del uso de centeno contaminado con "pústulas negras". Se refiere al "ergotismo", del cual se tiene noticia a través de crónicas de la Edad Media. Entre los años 1000 y 1600 se tienen pruebas de al menos 20 brotes de este padecimiento, probablemente ocurridos por accidente o en periodos de hambruna, en los que se hacía pan con centeno contaminado con el hongo. Se han reportado dos variedades de ergotismo, de acuerdo con la dosis: en casos leves hay escozor en los dedos, sensación de quemadura por debajo de la piel de las extremidades, temblor y convulsiones. El sujeto también puede experimentar alucinaciones visuales o auditivas, excitación, delirio y crisis psicóticas. Dosis más elevadas producen gangrena de las extremidades por la intensa vasoconstricción (contracción de los vasos sanguíneos) producida por los alcaloides del ergot: los miembros se ponen secos, después azules o negros. En estos casos graves puede ocurrir la muerte, aunque se haya amputado el miembro gangrenado. En la Edad Media también se conocía el ergotismo como el Fuego de San Antonio, pues los monjes de esta orden se especializaron en aplicar este tratamiento en hospitales a su cargo.

En la actualidad la industria farmacéutica utiliza el cornezuelo de centeno, por sus efectos vasculares, para producir medicamentos útiles en el tratamiento de la migraña y controlar hemorragias después del parto. Los derivados del ergot son potentes fármacos que también afectan el útero y deben utilizarse con precaución.

El descubrimiento de las propiedades psicoactivas del LSD fue accidental. Hacia 1938, el doctor Albert Hofmann, trabajando en los laboratorios Sandoz, en Suiza, sintetizó el LSD (lisergsaure-diethylamid, en alemán), dietilamida del ácido lisérgico, a partir de derivados del ergot. Cinco años después, en 1943, por alguna razón volvió a manipular el frasco que contenía el LSD fabricado años antes, aparentemente sin mucho cuidado. El hecho es que, a media tarde, Hofmann se vio obligado a suspender su trabajo por las extrañas sensaciones que estaba percibiendo. Estas son sus palabras:

El viernes pasado, 16 de abirl de 1943, me vi obligado a suspender mi trabajo en el laboratorio a la mitad de la tarde, e irme a casa, pues me vi sorprendido por una peculiar inquietud asociada con una sensación de mareo leve. Al llegar a casa me recosté y me vi sumergido en una especie de ebriedad, no desagradable, y que se caracterizaba por una extrema actividad de imaginación. Mientras permanecía en esta condición de aturdimiento con los ojos cerrados (percibía la luz del día como desagradablemente brillante) apareció ante mí una corriente ininterrumpida de imágenes fantásticas de extraordinaria plasticidad y vividez, acompañadas de un juego de intensos colores, como kaleidoscopio. Este estado fue desapareciendo gradualmente al cabo de dos horas.

Al estar seguro de que estos efectos se debían a la sustancia que había estado manipulando, Hofmann repitió la experiencia ingiriendo 0.25 mg de LSD el lunes siguiente. La experiencia se repitió, esta vez con efectos más intensos y duraderos (ñHofmann había tomado una dosis 5 a 8 veces mayor de la necesaria!) De hecho, fue la extraordinaria potencia de la droga lo que más llamó la atención de los investigadores.

Entre 1953 y 1966, Sandoz distribuyó LSD mundialmente con fines de investigación, pues sus efectos despertaron el interés de psicobiólogos, psicólogos y psiquiatras, quienes pensaban que el estado producido por este alucinógeno podía constituir un modelo de psicosis en animales que pudiera orientar sobre el origen de los trastornos mentales del ser humano.

En los años 60, la popularidad del LSD aumentó y el producto empezó a aparecer en el mercado negro. Su uso se asoció al pensamiento oriental y varios grupos religiosos surgieron en los Estados Unidos, siguiendo el ejemplo de dos ex profesores de la Universidad de Harvard (Timothy Leary y Richard Alpert), que después de haber experimentado con el LSD, elaboraron un manual llamado La experiencia psicodélica, basado en el libro tibetano de los muertos, invitando a los lectores a seguirlos en esta experiencia.

En psicoterapia se ha utilizado el LSD en pacientes con dificultades particulares para comunicarse con el psiquiatra, en alcohólicos y en sujetos con cáncer terminal (además de sus efectos psicodélicos, el LSD es un potente analgésico).

El LSD es una molécula insabora, incolora e inodora extremadamente potente pero excepcionalmente letal. En roedores se pueden apreciar sus efectos a dosis de 0.04 mg/kg, mientras que la dosis letal 50 (como se vio en la Segunda Parte, capítulo VI, es la dosis que mata al 50% de la población que la recibe) es 400 veces mayor. De hecho, no se ha confirmado la muerte por sobredósis de LSD en el ser humano. La absorción gastrointestinal es buena, y la droga se distribuye ampliamente en el organismo. Cerca de 1% de la dosis alcanza el cerebro. La vida media es de aproximadamente tres horas, pero sus efectos se perciben hasta por 10 a 12 horas. La administración repetida de LSD produce tolerancia rápidamente. No se ha demostrado la adicción al LSD.

Esta droga interactúa con los receptores de la serotonina, pero también puede afectar mecanismos dopaminérgicos y noradrenérgicos a varios niveles del sistema nervioso. El mecanismo de acción específico aún no se conoce.

Se han tejido muchas leyendas alrededor de los efectos del LSD, de los alucinógenos en general, y de su relación entre la percepción, la creatividad y la introspección incrementadas, pero las pruebas realizadas en voluntarios no han arrojado pruebas contundentes de ello. Es cierto que una buena parte de los sujetos reportan sentir más, ser más creativos y comprender mejor las cosas cuando se encuentran bajo la influencia de la droga, pero es difícil probarlo. Es innegable, sin embargo, que un viaje constituye una intensa experiencia interior que puede ser aprovechada por el sujeto dentro de un contexto social adecuado.

Como para todos los psicotomiméticos, el LSD puede producir reacciones adversas: un mal viaje, puede vivirse como una terrible e interminable pesadilla, acompañada de paranoia, angustia y hasta pánico.

También se han reportado efectos de flashback, esto es, experimentar nuevamente la sensación de los efectos del LSD horas y hasta meses después de haberlo consumido. Estas irrupciones repentinas pueden producirse como efecto del estrés o de otros medicamentos. En todos los casos, estos episodios desaparecen espontáneamente.

Se ha hablado también de que el LSD daña los cromosomas y produce alteraciones genéticas pero, de nuevo, estos resultados no se han confirmado en forma convincente. De cualquier manera, el hecho es que las preparaciones de LSD (y el resto de los alucinógenos sintéticos o semisintéticos) que se encuentran en el mercado negro contienen en ocasiones otras sustancias: desde contaminantes (solventes utilizados para la extracción) hasta otras drogas psicoactivas, como anfetaminas. En estos casos, el sujeto ingiere un coctel cuyos efectos pueden ser más peligrosos que los de sus ingredientes tomados separadamente.

El oIoliuqui o semillas de la virgen, Rivea corymbosa (véase la figura XX.4), contiene otro derivado del ácido lisérgico, la amida, con cerca del 10% de la potencia de la dietilamida. Estas semillas se han consumido con fines rituales en México y Centroamérica desde antes de la llegada de los españoles. Su ingestión frecuentemente produce irritación gastrointestinal, náusea y vómito.

En la actualidad no existe un uso médico benéfico demostrado de los alucinógenos. Su empleo sigue siendo básicamente recreativo y siempre conlleva riesgos. Manuales escritos por sujetos que han experimentado en repetidas ocasiones sustancias alucinógenas ofrecen algunas recomendaciones a usuarios potenciales que pueden resultar útiles. He aquí algunas de ellas: Si va a consumir alucinógenos trate de conocer su procedencia. No todo lo que le ofrecen es lo que dicen que es; tampoco se los inyecte: además del peligro de contraer una infección (como la hepatitis o el SIDA), los efectos tóxicos pueden ser severos. No ingiera cualquier tipo de hongo creyendo que es alucinógeno. Algunos de ellos son tóxicos. No consuma alucinógenos si no se encuentra bien de salud (física y mental). Si toma alucinógenos, hágalo en un ambiente agradable, con una persona que pueda ayudarlo, y sin prisas ni presiones. No consuma psicodélicos con el estómago lleno; el malestar gastrointestinal puede conducir al vómito. No trate de manejar una máquina potencialmente peligrosa (p. ejem., un taladro, una sierra) o conducir un vehículo bajo los efectos de un alucinógeno. No mezcle sustancias. En caso de un "mal viaje", trate de relajarse y esperar que el efecto pase —lo cual siempre ocurre— y sólo en casos extremos, adminístrese un tranquilizante.

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