XXIV. TABACO

LA PLANTA DEL TABACO, Nicotiana tabacum (as� nombrada en honor de Jean Nicot, quien la promovi� con fines medicinales), proviene de Am�rica; es una Solan�cea relacionada con la papa, la belladona y la mandr�gora. Desde Paraguay hasta Quebec, los ind�genas americanos han consumido el tabaco por siglos. Ya fuera con fines rituales, m�gicos o medicinales, su uso era bien conocido: en forma de puro (la hoja de la planta simplemente enrollada), como cigarrillo (envuelto en hojas de ma�z), en pipa, combinado con jarabe para ser ingerido, e incluso en forma de enema. Los marinos de Crist�bal Col�n fueron los primeros que vieron fumar tabaco, aunque los indios tambi�n se administraban el polvo finamente molido por la nariz. En Europa se populariza el tabaco a partir de la "cura" que logr� Nicot (embajador franc�s en Portugal, en 1559) de las migra�as de Catalina de M�dicis, esposa del rey Enrique II de Francia. Se le llama entonces hierba santa o hierba para todos los males por su empleo casi indiscriminado: se receta para el dolor, la cefalea, la flatulencia, e �incluso para la tos! Nicol�s Monardes, en su descripci�n de las plantas del nuevo mundo (1574), recomienda el tabaco como cura infalible para 36 enfermedades diferentes.

Los espa�oles mantuvieron el monopolio del tabaco por m�s de 100 a�os, dado que la planta proven�a exclusivamente de sus colonias. Literalmente, val�a su peso en oro, y las pipas que se usaban en aquel entonces eran de cazoleta peque�a, para ahorrar la preciosa hoja. Los portugueses, que comerciaban las hojas en India, Brasil, Jap�n, China, Arabia y �frica, pagaban 450 libras de tabaco brasile�o por cada esclavo africano.

En 1610, los ingleses enviaron a John Rolfe a colonizar la regi�n ahora conocida como Virginia, en los EUA. En 1612, Rolfe sembr� algunas semillas de Nicotiana tabacum que hab�a conseguido, obteniendo espl�ndidos resultados. La venta de la cosecha de tabaco, a partir de 1613, signific� no s�lo la sobrevivencia de la colonia, sino incluso su riqueza. Para 1619 se vend�a en Londres tanto tabaco de Virginia como de las colonias espa�olas.

FIGURA XXIV.I. El tabaco y sus presentaciones.


El uso del tabaco se propag� vertiginosamente: en 1614, s�lo en Londres hab�a 7000 tabaquer�as, y su consumo abarcaba todos los estratos sociales. Los Papas Urbano VIII e Inocente X proclamaron edictos en contra del tabaco, pero en 1725, el Papa Benedicto XIII, fumador empedernido, los revoc�. Al inicio del siglo XVII, en Turqu�a, Rusia y China, se castigaba a los fumadores con la pena de muerte. A pesar de ello, el consumo de tabaco sigui� aumentando.

El �xito econ�mico de la producci�n de tabaco en las colonias inglesas de Am�rica tuvo repercusiones importantes en la guerra de Independencia (1776): George Washington dec�a: "Si no pueden enviar dinero, env�en tabaco", pues pa�ses como Francia, que prestaba dinero a los insurgentes, aceptaba ser reembolsado con la planta (incluso en nuestro siglo, ha habido generales estadounidenses que consideraban esencial el tabaco para la moral de los soldados).

Durante el siglo XVIII se observ� una tendencia a preferir el tabaco administrado por la nariz (el llamado rap�) que fumado, particularmente entre las clases altas. En Inglaterra, la reina Carlota era conocida por su adicci�n al rap�, y en Francia, Napole�n consum�a casi cuatro kilos de rap� al mes.

En 1828, dos qu�micos franceses, Posselt y Reiman, aislaron el ingrediente activo de la hoja de la planta, y como buenos nacionalistas, lo denominaron nicotina.

En los Estados Unidos, hacia la segunda mitad del siglo XIX, comenz� a predominar el mascado de tabaco, y en 1860, s�lo siete de 348 f�bricas de Virginia y Carolina lo preparaban para fumar. El resto era para masticar (de hecho, hasta 1945, era obligatorio poner escupideras en todos los edificios p�blicos de ese pa�s). Esta moda floreci�, en parte, por el riesgo de incendio asociado al uso del tabaco fumado en las construcciones de madera t�picas de la �poca. Por otra parte, �mascar tabaco dejaba ambas manos libres!

Hacia fines de ese siglo era tan frecuente mascar tabaco como fumar puros. Al mismo tiempo, los fabricantes de puros hac�an todo lo posible por desprestigiar al cigarrillo. A pesar de ello, el incentivo de proporcionar al p�blico un puro m�s barato estimul� a los comerciantes de tabaco a fabricar cigarrillos. Hacia 1860 uno de ellos, Phillip Morris, empez� a vender cigarrillos hechos a mano. En Austria se vend�an cigarrillos con doble boquilla: �el usuario los cortaba a la mitad y as� ten�a dos!

El uso del cigarrillo empez� a ser significativo a partir de 1883, a�o en que se introdujo al mercado la m�quina para fabricarlos, patentada en 1881.

Vale la pena mencionar el comentario del otrora famoso boxeador John L. Sullivan, quien en 1905 declaraba:

�Fumar cigarrillos? Jam�s en la vida... No puedes chupar clavos de ata�d y ser al mismo tiempo campe�n del cuadril�tero... �T� nunca has o�do de... un ladr�n de bancos que use los cigarrillos? No podr�an hacerlo al mismo tiempo que atienden el negocio. �Por qu�, incluso los borrachos, no usan esas cosas.. .? �qui�n las fuma? Los fresas y los tiesos de colegios o universidades, chavos que se podr�an borrar del mapa con un jab o con un undercut r�pido. No es natural fumar cigarrillos. Un americano debe fumar puros... S�lo los holandeses, italianos, rusos, turcos y egipcios fuman cigarrillos y, de cualquier manera, es gente que no vale para nada.

La industria del tabaco ha evolucionado, siempre buscando incrementar los beneficios. Antes s�lo se empleaban las hojas de la planta; ahora las ramas y el tallo se utilizan, picadas, prensadas y mezcladas con las hojas. El filtro tambi�n hace que la cantidad de tabaco contenido en el cigarrillo se reduzca casi en una tercera parte. Finalmente, ahora se emplea el "inflado" (puffing) del tabaco para aumentar la superficie de las c�lulas de la planta, llen�ndolas de aire o de un gas inerte. De hecho, los cigarrillos que se anuncian como bajos en alquitr�n o nicotina, logran esta f�rmula simplemente quit�ndole tabaco al cigarrillo.

La composici�n qu�mica del tabaco es muy variada, y se han encontrado casi 4 000 sustancias producidas por la quema de la planta. Éstas se agrupan en gases y sustancias particuladas, pero la proporci�n de cada una de ellas en el aire que inspira el fumador est� sujeta a variables como: la variedad de tabaco, la mezcla de saborizantes, colorantes, conservadores, agentes que aumentan la combusti�n, grado de compactaci�n de la mezcla, tama�o del cigarrillo, fuerza con la que se aspira, la temperatura que se alcanza al aspirar, con un filtro, con el tipo de papel, etc�tera.

La fase gaseosa contiene varios compuestos indeseables: mon�xido de carbono, bi�xido de carbono, amoniaco, nitrosaminas vol�tiles, �xidos de nitr�geno, cianuro de hidr�geno, derivados del azufre y de los nitritos, hidrocarburos vol�tiles, alcoholes) aldeh�dos y cetonas.

La fase particulada contiene nicotina, agua y el alquitr�n, mezcla de hidrocarburos arom�ticos polic�clicos, algunos de los cuales son probados carcin�genos.

El contenido promedio de alquitr�n de un cigarrillo var�a de 0.5 a 35 mg, y el de nicotina de 0.05 a 2 mg. 60 mg de nicotina son suficientes para matar a un adulto de 70 kg. Un puro puede contener hasta 120 mg. Cuando uno aspira el humo (da el golpe), se puede absorber hasta el 90% de la nicotina, mientras que si s�lo pasa por la boca, esta cifra se reduce al 20 o 35%. La nicotina inhalada llega al cerebro en menos de 10 segundos.

Los efectos fisiol�gicos de la nicotina resultan de sus efectos colin�rgicos (v�ase el cap�tulo V sobre la acetilcolina); el alcaloide tiene la propiedad caracter�stica de estimular para despu�s deprimir. La estimulaci�n resulta de la ocupaci�n del receptor colin�rgico, mientras que la segunda resulta de su permanencia en el sitio, impidiendo la acci�n de la acetilcolina. Es el llamado antagonismo por bloqueo.

La nicotina provoca tambi�n la liberaci�n de catecolaminas a partir de las gl�ndulas suprarrenales y de otros nervios del sistema nervioso simp�tico. En el aparato cardiovascular estas catecolaminas aumentan la frecuencia cardiaca, la presi�n arterial y el flujo coronario. Todo esto conduce al aumento de la demanda de ox�geno del tejido cardiaco, pero no de su suministro. En personas susceptibles esto puede conducir a una crisis cardiaca.

El aumento de la salivaci�n que algunos fumadores reportan resulta m�s del efecto irritativo sobre la mucosa bronquial, que de los efectos mediados por receptores.

Mucho se ha hablado del aumento de peso que algunos exfumadores refieren al poco tiempo de haber abandonado el cigarro. Esto puede deberse, al menos en parte, al "ahorro" de energ�a que se logra al no tener la estimulaci�n nicot�nica, por lo que se puede producir m�s grasa. Sin embargo, no se ha definido con precisi�n qu� tipo de sujetos son m�s vulnerables. Al contrario, es decir, la inhibici�n de la sensaci�n de hambre por el cigarro, tambi�n se describe frecuentemente. Este efecto puede deberse a la disminuci�n de la sensibilidad de las papilas gustativas y de las contracciones g�stricas producidas por la nicotina.

Otro efecto importante del h�bito de fumar es el aumento de la producci�n de carboxihemoglobina. Es un tipo de hemoglobina (la mol�cula de la sangre encargada de transportar el ox�geno) que se forma cuando �sta se mezcla con el mon�xido de carbono, y se vuelve incapaz de transportar ox�geno. En los fumadores, hasta el 10% de la hemoglobina total puede ser carboxihemoglobina, lo cual equivale a decir que sus tejidos reciben 10% menos de ox�geno. En personas susceptibles, incluyendo a la mujer embarazada, un esfuerzo f�sico puede ser suficiente para rebasar los l�mites de oxigenaci�n de sus tejidos, sobre todo si se trata de un fumador cr�nico, en el cual la capacidad respiratoria est� disminuida por enfisema pulmonar. �ste representa una de las alteraciones respiratorias m�s frecuentes. El humo del cigarrillo produce inflamaci�n de la mucosa del �rbol respiratorio y aumento de la producci�n de una enzima llamada elastasa, que degrada la elastina, material constitutivo del pulm�n al que se atribuye su maravillosa capacidad de expandirse y contraerse. Tambi�n inactiva a otra enzima, la a-I- antitripsina, prote�na capaz de inactivar a la elastasa, y esto conduce a una mayor degradaci�n de la elastina. A largo plazo, el tejido pulmonar pierde sus propiedades el�sticas de manera irreversible, con la consecuente disminuci�n en la capacidad del pulm�n para ingresar ox�geno a la sangre.

Las manifestaciones de toxicidad de los fumadores cr�nicos son numerosas, y muchas de ellas graves. Una lista incompleta de ellas incluye: Riesgo de muerte prematura, o sea, disminuci�n de la expectativa de vida. Afecciones cardiovasculares como enfermedad coronaria, cerebrovascular y alteraciones de la vasculatura perif�rica. Aceleraci�n o agravamiento de la ateroesclerosis. Mayor incidencia de problemas cr�nicos como bronquitis, enfisema, sinusitis, �lceras, etc�tera. Mayor riesgo para desarrollar c�ncer de pulm�n, laringe, cavidad oral, es�fago, vejiga y p�ncreas. Potenciaci�n de los efectos de carcin�genos ambientales, como el asbesto, �xidos de azufre y otros. Disminuci�n de la fertilidad y mayor incidencia de abortos espont�neos. Disminuci�n significativa del peso del ni�o al nacer cuando la mujer fum� durante el embarazo, as� como mayor peligro de mortalidad perinatal y de muerte s�bita del infante. Problemas de sue�o, depresi�n, irritabilidad y angustia. Mayor metabolismo de drogas como analg�sicos, teofilina, imipramina, cafe�na, algunas benzodiazepinas, propranolol, etc., lo cual implica menor efecto farmacol�gico de estos f�rmacos.

Todas estas alteraciones dependen fundamentalmente de la cantidad de cigarrillos que se fumen por d�a. No existe un l�mite m�s all� del cual podamos decir que los riesgos desaparecen, por lo que la relaci�n, intensidad del consumo-incidencia de toxicidad, es directa: a m�s cigarrillos mayor toxicidad, comenzando desde uno diario.

El problema del fumador pasivo o involuntario es tambi�n de consideraci�n: aquellos sujetos, ni�os o adultos que est�n cerca de fumadores, tambi�n fuman. Est�n sujetos a los efectos irritantes del humo del tabaco, as� como a todos los riegos arriba mencionados (por ejemplo, los hijos de padres fumadores son m�s susceptibles a padecer bronquitis y neumon�a durante el primer a�o de la vida, que hijos de no fumadores).

Los efectos de la nicotina en el SNC son complejos. Se pueden observar animales que se autoadministran nicotina, aunque las propiedades reforzadoras del alcaloide son menores a las de las anfetaminas o de la coca�na. Estos animales aprenden a distinguir los efectos del alcaloide: una rata dependiente a la nicotina no intenta autoadministrarse otra droga, aunque �sta sea adictiva.

Otros efectos de la nicotina que pueden facilitar la conducta de autoadministraci�n (reforzamiento positivo) son la elevaci�n del estado de alerta y la facilitaci�n de la memoria y de la atenci�n, la disminuci�n de la irritabilidad y la capacidad de disminuir el apetito. Adem�s, se han detectado efectos euforizantes de la nicotina inyectada en fumadores que eval�an los efectos placenteros utilizando una escala dise�ada para morfina o anfetaminas, lo cual sugiere efectos del alcaloide en las neuronas mesol�mbicas dopamin�rgicas y el n�cleo accumbens, estructuras cerebrales relacionadas con conductas de dependencia a las drogas (v�ase la figura V.I.).

A pesar de argumentos, discusiones y protestas que se escuchan frecuentemente alrededor del tema, no existe sombra de duda sobre el hecho de que la nicotina constituye la principal, si no la �nica, sustancia adictiva del tabaco. Hasta no hace mucho tiempo, algunos psiquiatras explicaban el tabaquismo como una forma de resolver necesidades insatisfechas de gratificaci�n oral, y por lo tanto, constitu�an un problema de personalidad. La industria tabacalera habla en t�rminos de libertad individual para decidir si se fuma o no. Sin embargo, el tabaquismo establece una forma clara de adicci�n, en este sentido comparable a la producida por la hero�na o la coca�na. Piense el lector por un momento en la actitud social hacia esta forma de adicci�n (el tabaquismo) cuando se compara con la actitud del p�blico ante otras drogas. �Por qu� las diferencias?

Como dec�amos, se puede hacer que los monos trabajen much�simo a cambio de inyecciones intravenosas regulares de nicotina. Mientras m�s nicotina contenga un cigarrillo, menos frecuente es la autoadministraci�n (aunque este efecto, en el ser humano, depende de las condiciones sociales; por ejemplo) se fuma mucho m�s en una fiesta o en un bar, que en la calle o en la casa).

Otra prueba de que la nicotina es la responsable del estado de dependencia, y de que la satisfacci�n de �ste depende de una concentraci�n dada de la droga, se encuentra en la observaci�n del modo de fumar de la gente: la mayor�a de los fumadores inhala el humo del cigarrillo en forma bastante estereotipada: una o dos bocanadas por minuto, uno o dos cigarrillos por hora. Si cada inhalaci�n dura aproximadamente dos segundos con un volumen de inhalaci�n de 25 cc, la dosis de nicotina que se obtiene es de aproximadamente I a 2 mg. Este ritmo de administraci�n parece el �ptimo para el adicto al tabaco, porque si no �por qu� no aumenta el ritmo de inhalaci�n o la frecuencia de la administraci�n, en condiciones normales (fuera de fiestas, o reuniones, o situaciones de estr�s)?

Otras pruebas que confirman el papel adictivo de la nicotina radican en el hecho de que la mayor�a de los fumadores que quieren parar no pueden, de que cuando lo hacen exhiben signos de abstinencia, como aumento del apetito, de peso, irritabilidad, angustia, inquietud, dificultad para concentrarse, insomnio, dolores de cabeza, etc. Este s�ndrome de abstinencia aparece relativamente r�pido, usualmente dentro de las primeras 24 horas despu�s de iniciada la supresi�n. Se pueden detectar signos de irritabilidad, inquietud, disminuci�n de la vigilia y de la ejecuci�n psicomotora, as� como de la memoria a corto plazo. Se observa tambi�n disminuci�n de la frecuencia cardiaca, la presi�n arterial y los niveles plasm�ticos de adrenalina, al tiempo que la temperatura de la piel y la irrigaci�n sangu�nea perif�rica aumentan.

Como dec�amos, se reporta con frecuencia aumento de peso, mientras que la tos y las molestias respiratorias van disminuyendo. En sujetos con tendencias depresivas, la abstinencia de nicotina puede manifestarse de igual manera, con una exacerbaci�n del estado depresivo, la cual cede en parte con el retorno al cigarrillo.

La compulsi�n por el cigarrillo muestra variaciones circadianas: es menor en las primeras horas de la ma�ana y aumenta en la noche.

Como para todas las drogas adictivas, el consumo cr�nico de nicotina se acompa�a de tolerancia, y los efectos de n�usea, mareo y v�mito que experimenta el no fumador al estar en contacto con el cigarrillo no se observan en el fumador cr�nico, a menos que exceda su dosis habitual. Esta tolerancia tambi�n se desarrolla a lo largo del d�a: el efecto del primer cigarrillo del d�a es m�s intenso que el de los subsiguientes.

El s�ndrome de abstinencia al tabaco puede aliviarse en parte con la administraci�n de nicotina. Se han introducido recientemente al mercado chicles con nicotina, as� como parches que se pegan a la piel y liberan lentamente nicotina que se absorbe a trav�s de la piel. Esta nicotina puede ser eficaz para disminuir la irritabilidad, la angustia, la dificultad para concentrarse, el aumento de peso y otras dificultades; sin embargo, no reduce significativamente la compulsi�n por el tabaco, o sea, el sujeto sigue deseando intensamente fumar. �Algunos exfumadores incluso vuelven a fumar al mismo tiempo que mascan chicle con nicotina!

Es imposible dar una f�rmula m�gica que ayude al fumador a abandonar el tabaco. Aunque quiz�s lo pueda ayudar el considerar algunos hechos:

Si usted fuma una cajetilla al d�a, aumentar� la probabilidad de: Morir de c�ncer de pulm�n en 100% o de cualquier otro tipo de c�ncer en 200%. Padecer enfermedades respiratorias en 400%. Sufrir endurecimiento de las arterias y las venas en 150% y por lo tanto, de sufrir embolias pulmonares o cerebrales. Sufrir problemas bucales (las llamadas leucoplacas, lesiones blanquecinas de la mucosa que se observan frecuentemente en los fumadores y que se consideran como lesiones precancerosas) y dentales, consistentes en coloraci�n caf�-amarillenta, p�rdida del esmalte e irritaci�n y reblandecimiento de las enc�as.

Existen m�ltiples programas para abandonar el cigarro, pero todos ellos requieren de la motivaci�n del individuo. Esta motivaci�n debe enfrentarse a un contexto social a veces adverso: resistir la tentaci�n de fumar en una fiesta, en una comida o frente a un anuncio publicitario puede ser dif�cil, mas no imposibe. El individuo que quiere dejar de fumar debe poder enfrentarse a este hecho: fabricar una cajetilla de cigarrillos le cuesta a la compa��a el equivalente a unos cinco centavos de d�lar. La diferencia con el precio de venta incluye por supuesto las utilidades del productor, el distribuidor y el vendedor, pero tambi�n los impuestos que el Estado obtiene por dicha venta. Se tienen entonces dos poderosos intermediarios que hacen remota la posibilidad de que el tabaco desaparezca de la circulaci�n en un futuro cercano.

Es posible dejar de fumar y el intento bien vale la pena.

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