LA CONQUISTA Y LA COLONIZACIóN
que los españoles emprendieron
en territorios del noroeste fueron acontecimientos que, por diversos motivos,
derivaron de los sucesos ocurridos en el altiplano central de México. Entre
1521 y 1524, Hernán Cortés y los capitanes de su grupo conquistaron Tenochtitlan
y el área del altiplano donde los mexicas habían impuesto su dominio sobre distintos
grupos indígenas. Luego surgieron enconados conflictos entre los vencedores
que obligaron a Cortés a viajar a Europa para entrevistarse con el emperador
Carlos V, quien también reinaba en España con el nombre de Carlos I, y justificar
su conducta, muy denigrada por sus enemigos políticos. Entre los mayores opositores
a Cortés se encontraba un capitán castellano que se hacía llamar el "muy magnífico
señor" don Nuño Beltrán de Guzmán, llegado a la Nueva España en 1526 con nombramiento
del emperador para gobernar la provincia de Pánuco en la costa del Golfo de
México. Había nacido en la ciudad de Guadalajara hacia 1490 y venía a las Indias
decidido a conquistar la riqueza y la gloria. Era importante la influencia de
Nuño en la corte de Carlos V, porque en 1528 el emperador lo nombró presidente
de la primera audiencia que se instaló en la ciudad de México. La gestión de
Nuño de Guzmán al frente de la audiencia se caracterizó por las arbitrariedades
que cometió con los indígenas y por la hostilidad en perjuicio de los amigos
de Hernán Cortés.
Antes de narrar lo que los españoles hicieron en el noroeste, conviene señalar algunos puntos sobre la manera como se disponían y realizaban las empresas de conquista en el siglo XVI.
Una expedición de conquista era una empresa privada que organizaba algún hombre rico y poderoso, que había obtenido del rey dicha concesión y había aceptado o "capitulado" con él las condiciones que se le impusieran. El organizador de la empresa, que con frecuencia era su capitán militar, convocaba a otros particulares que quisiesen enrolarse en la expedición. Los hombres ricos que participaban en ella aportaban algo del capital necesario, ya fuera en metálico, en soldados, en armas, en caballos, en bastimentos o con su propia persona en calidad de soldado; en cambio, los más pobres sólo contribuían con su persona. En esta empresa no se pagaba salario a los expedicionarios, pues la ganancia estaba en el despojo de los indios vencidos: lo directamente arrebatado y el producto de las exacciones que sobre ellos se imponían. El rey de España se arrogaba el derecho de recibir la quinta parte del botín.
El reparto de las "utilidades" obtenidas se hacía conforme a lo que cada socio había aportado, así que a los más ricos y poderosos tocaba lo mejor del botín y los pobres recibían casi nada. Los organizadores debían calcular con prudencia si obtendrían suficiente botín, porque en caso contrario no había quién se enrolara en la empresa o había el peligro de rebeliones de soldados inconformes y defraudados. Consumada la victoria militar sobre los indios, el caudillo recibía el título de gobernador de los territorios conquistados y debía organizar su administración en beneficio de los socios de la empresa. Al principio se acostumbraba repartir a los mismos indios como esclavos de los conquistadores, pero el rey reprobó este procedimiento. También se asignaban tierras, aguas, montes y, en general, todo lo repartible, y se "encomendaba" a los indios. La encomienda fue un procedimiento que benefició mucho a los conquistadores; consistió en que se concedía a particulares el derecho de recibir tributo y algunos servicios personales de las comunidades indígenas que les habían sido encomendadas. La encomienda era vitalicia y se podía heredar por dos o más generaciones. Cuando quedaba sin encomendero, la comunidad indígena tributaba al rey de España, es decir, a la Real Hacienda, institución encargada de administrar los bienes del rey. Posteriormente, cuando decayó la población indígena a causa de las epidemias, se estableció el "repartimiento", que consistía en obligar a los indios a trabajar en servicio de un español por un tiempo determinado y mediante el pago de un salario.
La encomienda y el repartimiento funcionaron mejor donde había una organización indígena, donde los indios ya estaban acostumbrados a tributar y a trabajar en servicio de otros, es decir, cuando el español venía a sustituir a un señor indígena, antiguo beneficiario de las exacciones. Por medio de estos mecanismos se iba extendiendo y consolidando el dominio de los españoles, que para 1530 ya comprendía todo el altiplano central de México.