AL CERRAR EL CAP�TULO ANTERIOR
se�alamos que, al final de la era
de Ca�edo, la sociedad sinaloense adolec�a de profundos desequilibrios en las
condiciones de vida de los grupos que la integraban: la opulencia del reducido
grupo de la elite, la pobreza extrema de los despose�dos y una clase media no
muy numerosa que luchaba por mantener una decorosa forma de vida. La realidad
cotidiana en Sinaloa era un conjunto de condiciones adversas para la mayor�a
como la deficiente remuneraci�n del trabajo, el despojo de las comunidades ind�genas,
el acaparamiento de las tierras en pocas manos y un gobierno represivo y desp�tico.
Estas circunstancias no eran exclusivas de Sinaloa, porque el r�gimen porfiriano
las hab�a fomentado en diferentes regiones del pa�s, de modo que cuando estall�
la crisis final del r�gimen, las luchas sociales comenzaron casi simult�neamente
en diversos estados de la rep�blica.
La coyuntura que precipit� la crisis fue la contracci�n del mercado mundial en la primera d�cada del siglo XX.
En 1905 cay� el precio internacional de la plata, que era uno de los principales productos mexicanos de exportaci�n. En 1907 y 1908 baj� el precio del cobre y de otros productos minerales. Al disminuir el valor de las exportaciones mexicanas se cerraron minas y muchas otras empresas que depend�an de ellas, hubo despido de trabajadores, encarecimiento de los art�culos de consumo b�sico y p�rdida del valor adquisitivo de los salarios. Adem�s de los trabajadores, algunos miembros de la clase media y de la elite tambi�n ten�an reclamos contra el r�gimen porque favorec�a en exceso a los extranjeros, a los estadunidenses en particular, y porque les cerraba las posibilidades de ascenso social. Hacia 1908 ya estaban puestas las condiciones para una movilizaci�n violenta de amplios sectores de la sociedad mexicana, por el gran deterioro de las condiciones de vida en general y por una apreciable fisura en el grupo de los privilegiados.
Cuando muri� Francisco Ca�edo, el 5 de junio de 1909, Heriberto Zazueta fue designado gobernador interino, con la misi�n de convocar a elecciones extraordinarias de un gobernador sustituto que completara el periodo de Ca�edo, que expiraba en 1912. Entre los aspirantes a las candidaturas se contaron Diego Redo de la Vega, Juan B. Rojo, Jes�s Uriarte, el propio gobernador interino, el periodista Jos� Ferrel y varios m�s; pero cuando se supo que en la ciudad de M�xico se apoyaba a Redo, los dem�s aspirantes, excepto Ferrel, retiraron sus postulaciones. Se inici� entonces una vigorosa campa�a pol�tica de grupos intermedios de la sociedad en apoyo a Ferrel. Se formaron clubes pol�ticos en Mazatl�n, Guasave, Angostura, Mocorito y las villa de Sinaloa. Incluso en Culiac�n los estudiantes del Colegio Rosales hicieron movilizaciones en favor de Ferrel. Varios periodistas, como el editor de El Palad�n, de El Fuerte, El Alfiler y El Correo de la Tarde, de Mazatl�n, se unieron a la causa de la oposici�n. La vieja elite ca�edista se disciplin� alrededor de Diego Redo y tambi�n impuls� una activa campa�a pol�tica.
Diego Redo de la Vega, nativo de Culiac�n, era hijo de un modesto inmigrante espa�ol que de peque�o comerciante pas� a latifundista. H�bil para los negocios y al amparo de las leyes sobre colonizaci�n y bald�os cre� el emporio de Eldorado. Por l�nea materna, Redo descend�a de los otrora notables de Culiac�n. Por su parte, Jos� Ferrel, conocido por su valiente oposici�n al r�gimen, era originario de Hermosillo y editor de los peri�dicos El Progreso Latino y El Dem�crata Mexicano; su campa�a pol�tica fue muy brillante y sus discursos enardec�an el �nimo ya predispuesto de mucha gente en contra del gobierno; sin embargo, Ferrel fue derrotado en los comicios, se someti� a Redo y termin� al servicio de Victoriano Huerta.
Las elecciones tuvieron lugar el domingo 8 de agosto, y el d�a 25 la legislatura declar� a Diego Redo gobernador electo, tom� posesi�n el 27 de septiembre para continuar el periodo de Ca�edo, y, en efecto, su gobierno fue la prolongaci�n de la pol�tica del viejo general.