XX. LA INVASI�N NORTEAMERICANA


A LAS INTERMINABLES VICISITUDES que el pa�s y la regi�n lamentaban vino a sumarse la guerra contra los Estados Unidos. El conflicto armado, en el noreste, empez� frente a Matamoros. Las derrotas de Palo Alto y la Resaca obligaron al ej�rcito mexicano a retirarse. Su jefe, el general Mariano Arista, fue separado del mando y sometido a un proceso injusto e inoportuno. Fue sustituido por el general Francisco Mej�a, pero �ste enferm� y a su vez hubo de ser reemplazado por el general Tom�s Requena.

La marcha de diez d�as a Linares hab�a sido penosa, por la falta de alimentos y equipo. Las rivalidades pol�ticas y los cambios de jefes provocaban no s�lo confusi�n y desconcierto sino insubordinaci�n y deserciones. Se decidi� entonces trasladar el cuartel general a Monterrey, donde ya Zuloaga y Mariano Reyes realizaban obras de fortificaci�n. La movilizaci�n del ej�rcito en Linares se hizo por el Encadenado, Montemorelos, hacienda de la Concepci�n y Cadereyta. Se trabaj� intensamente en la construcci�n de los fortines de la Ciudadela —actual esquina de las calles Ju�rez y Tapia— en el de las Tener�as, a la margen izquierda del r�o; en las dos cimas del cerro del Obispado y en otros puntos estrat�gicos.

Indecisi�n
Avance de Taylor
El sitio de Monterrey
El Rinc�n del Diablo y el puente de la Pur�sima
Toma del obispado
En el centro de la ciudad
Dos hero�nas
Capitulaci�n

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