IV. EN DONDE ARRECIAN LOS DESCUBRIMIENTOS DE SUSTANCIAS AERIFORMES Y NO SE PERCIBE LO QUE SE TIENE BAJO LA NARIZ. Y EN DONDE SE VE QUE UN SIGLO DESPU�S DE LOS PRINCIPIA SE ENUNCIA UNA LEY FUNDAMENTAL Y NACE LA QU�MICA

EN UNA ma�ana de noviembre de 1772, bien abrigado, con gorro, bufanda y dos abrigos desgastados, lleg� el joven Carlos Guillermo Sheele ante la puerta de la botica adosada a la sacrist�a de la catedral de Upsala. Despu�s de luchar con la congelada llave entre sus dedos ateridos para abrir la puerta, se apresur� a colgar el letrero de "abierto" y a volverla a cerrar. Encendi� la estufa, coloc� el tintero encima para que se descongelara la tinta, y sin quitarse los guantes moj� la pluma y continu� el relato suspendido desde la noche anterior. Llevaba fielmente la bit�cora de sus descubrimientos desde que ten�a 15 a�os, cuando era aprendiz con Herr Bauch, y ahora ya de 30, se ocupaba de escribir un relato coherente de todos ellos. Ciertamente que llegar�a el d�a en que su escrito aparecer�a en las actas de la Real Academia de Ciencias sueca... "pero antes debo establecer mi punto de vista sobre el flogisto, no pienso que sea como afirma la mayor�a, una substancia contenida en lo que arde. Pienso que est� contenido en el fuego mismo y que las llamas son la mezcla de flogisto con el aire, pienso por lo tanto que el fuego no es un elemento. Concluyo esto porque he encontrado que no siempre es necesaria la presencia de carb�n para reducir un calx a metal, en cambio, siempre es necesario calentar. Tal es el caso del nitro de plata,1 [Nota 1]si lo caliento hasta el rojo, obtengo la plata met�lica y el flogisto necesario fue proporcionado por el fuego que calent� al crisol". Al llegar a este punto, Scheele atiz� la estufa y procedi� a prepararse un t�, le atormentaba el origen del flogisto, mir� el reloj y vio que todav�a contaba con una hora para escribir a sus anchas antes de que se presentara el primer cliente. Se frot� las manos y preocupado su puso a acomodar los frascos. Despu�s de un rato, se sent� y continu� escribiendo..."Me di cuenta de la necesidad de aprender acerca del fuego. Pronto vi que no era posible formarse una opini�n al respecto mientras uno no comprendiera el aire. Y despu�s de que llev� a cabo cierto n�mero de experimentos, vi que el aire penetraba en el material que arde (el combustible) y se convert�a as� en un componente de flamas y chispas."

Son� en ese momento la campanilla de la puerta.

—�Buenos d�as, Herr Scheele, he venido para que me haga favor de preparar una mezcla para la tos de mi hijo!

—�Adelante Frau Bergman! Tengo aqu� una mezcla de gordolobo y de una bella flor; Bougainvillea spectabilis, ambos de la Nueva Espa�a, que es magn�fica en infusi�n para desterrar la tos, yo mismo la he probado. Que la tome ya metido en la cama.

Despu�s de pagar; Frau Bergman se alej�, confortada por la cortes�a del querido boticario y reconfortada por la calidez que emanaba del solo nombre de esa lejana tierra.

Por su parte, Scheele, se frot� las manos y continu� con su relato..."y as� se puede notar que el aire confinado en contacto con diferentes substancias se contrae. Por ejemplo, cuando puse h�gado de azufre, aceite de linaza, y virutas de fierro h�medas, materiales todos ricos en flogisto seg�n la opini�n corriente, en todos los casos observ� disminuci�n de la presi�n del aire. Despu�s de unos cuantos d�as, el aire absorbido por estas substancias era una cuarta parte del inicial. En todos los casos advert� que el aire residual apaga un cerillo encendido. Por lo que afirmo que difiere del aire com�n. Si este aire fuera la uni�n de aire com�n con flogisto, habi�ndose contra�do, deber�a ser m�s denso que el aire com�n. Pero un matraz muy delgado que llen� con este aire y que pes� de la manera m�s exacta posible, no s�lo no contrapes� un volumen igual de aire ordinario, sino que result� un poco m�s ligero. De donde concluyo que el aire no es un elemento, sino que esta compuesto de dos fluidos, que difieren uno del otro. Uno de ellos no manifiesta en lo m�s m�nimo la propiedad de atraer al flogisto (no arde), mientras que el otro que constituye una tercera o cuarta parte de la masa total del aire, est� peculiarmente dispuesto a tal atracci�n. Al primero lo he llamado aire mef�tico y al segundo aire emp�reo.

"He verificado la contracci�n del aire tambi�n en el siguiente caso. Puse un poco de f�sforo en un matraz delgado bien cerrado. Lo calent� un poco hasta que el f�sforo se encendi�, se produjo una nube blanca que se deposit� formando flores sobre la pared del matraz. Cuando se hubo apagado el f�sforo, abr� el matraz bajo el agua y �sta se precipit� a su interior para ocupar una tercera parte de su volumen. Pude comprobar otra vez que el aire restante, la parte mef�tica, no sostiene la combusti�n. Otro caso en el que pude verificar la contracci�n del aire atmosf�rico fue cuando hice arder la substancia inflamable de Boyle; coloqu� esquirlas de esta�o en vitri�lico diluido, en un frasquito bien cerrado pero comunicado con el exterior mediante un tubo largo; sumerg� el frasquito en una cubeta de agua caliente (para ayudar a que el desprendimiento de la substancia fuese abundante), encend� la substancia en la punta del tubo y deslic� un matraz invertido por la longitud de �l. Inmediatamente el agua subi� por el cuello del matraz. En vista de que no comprob� formaci�n de ninguna substancia nueva, concluyo que lo que ha ocurrido es que el aire-inflamable se combin� con el aire-emp�reo2 [Nota 2]y tal combinaci�n es el calor que escapa por el vidrio del matraz:

f+ aire-emp�reo® calor.

pienso que es inevitable identificar el aire inflamable de Boyle con el flogisto. Para estar completamente seguro de que el calor es esta combinaci�n, ensay� diversos m�todos para descomponerlo y liberar el aire-emp�reo. La idea es sencilla, simplemente exponer al calor alguna substancia que tenga una atracci�n mayor por el flogisto de la que tiene el aire emp�reo para que se lo robe y quede liberado el aire emp�reo. Una de tantas formas de realizar la descomposici�n del calor; que llev� a cabo varias veces, consisti� en lo siguiente. Calentar en la retorta el mercurius calcinatus per se (calx de mercurio):3 [Nota 3]

calx merc. + calor
mercurio + aire-emp�reo.
f+ aire-emp�reo.)
(calx merc. + f)

"Es seguro que los productos de la reacci�n son mercurio y el gas aire-emp�reo porque este �ltimo colectado en una vejiga se absorbi� completamente al confinarlo con h�gado de azufre; la vejiga se pleg� completamente sobre el h�gado al no quedar aire-emp�reo libre en su interior que resistiera la presi�n del aire exterior a ella. Pero no s�lo esto, tambi�n comprob� que despu�s de arder f�sforo en un matraz delgado, cerrado, lleno de aire emp�reo, al enfriarse estallaba, lo que demuestra que casi todo el aire emp�reo fue consumido, dejando un vac�o tal que las paredes del matraz no pudieron resistir ellas solas la presi�n del aire exterior. Repet� la combusti�n del f�sforo en aire emp�reo en un matraz grueso y cerrado y no pude extraer el tap�n bajo el agua; lo que ocurri� fue que se sumi� el tap�n y se precipit� el agua al interior llen�ndolo por completo." En ese momento, entr� con gran estr�pito de la campanilla, de su vozarr�n y de palmadas, un campesino en busca de un remedio para su vaca enferma. Ah� dejamos a Scheele con su lugar en la gloria bien asegurado.4 [Nota 4]

El sonido alegre de una campanilla avisando que ya estaba lista la comida reverber� en el c�lido mediod�a de agosto de 1772 y despert� de su abstracci�n al hombre que absorto mordisqueaba una varita sentado al pie de un roble con un libro sobre las rodillas. Se enderez�, se sacudi� la yerba del fino sat�n de sus calzas, recogi� su libro y su bast�n de malaca y pu�o de plata mexicana, y se dirigi� con paso r�pido a la entrada de la huerta, donde la silueta vaporosa y elegante de la joven Madame Lavoisier destacaba el rosa de su organd� contra el cielo azul.

—Antoine, ch�ri, vino monsieur Mar�chal de la Academia de Ciencias y te dej� un paquete de papeles, me dijo que se explican por s� solos. Los puse sobre tu escritorio. Tra�a prisa y dijo no poder detenerse a hablar contigo ni a comer. Me intrig� por un instante, con una profunda inclinaci�n ofreciendo sus m�s calurosas felicitaciones, "para mi eminente esposo". Pero ya lo conoces, �es tan formal y ceremonioso!

Sin contestar, el hombre se inclin� a besar la mejilla de su mujer y ambos se dirigieron en silencio a la terraza donde estaba ya dispuesta una mesa para el almuerzo.

— Te veo pensativo, �ocurre algo? Desde que se llevaron a cabo los experimentos con los diamantes5 [Nota 5]te est�s obsesionando con la explicaci�n de la combusti�n y de la calcinaci�n, �puedo saber qu� has estado pensando?

Como Lavoisier moviera dubitativamente la cabeza, la joven prosigui�.

—�Oh Antoine, Antoine! �No te habr�s quedado dormido bajo el roble? Aunque no te culpar�a, el rumor de las cigarras adormece hasta las lechuzas.

—No, querida, no —contest� Lavoisier mientras abr�a el paquete—. �Otra vez, m�s trabajos que revisar! Uno, relacionado con la combusti�n del f�sforo... otro, relacionado con destilaciones... �En lat�n! �Estos alemanes no podr�an escribir en franc�s y no en esta antigualla?... Este otro, en ingl�s. �Vas a tener mucho trabajo traduci�ndolos, est�n muy largos! Pero esta vez hay algo m�s... —dijo rebuscando en el fondo del paquete y extrayendo un pliego—. �Mira! —exclam� con orgullo—. �Tienes ante ti al nuevo miembro correspondiente, clase qu�mica, de la Academia de Ciencias! —y tendi� una carta a Mar�a Ana—.

Cuando ella la hubo le�do, no pudo contener su j�bilo, y abrazando a Lavoisier; lo oblig� a valsar alrededor de la mesa. Por fin, calmada, lo dej� caer en un sill�n.

—�Ten�a que ser querido! �Nada m�s justo!

—�Tenemos que partir inmediatamente, tengo preparada una secuencia de experimentos de la mayor importancia!

—�C�mo, ch�ri, tenemos que celebrar! Una hora m�s para comer y otra media para que fumes tu pipa no van a retrasarte.

— Sonriente ante el argumento, Lavoisier acept�—.

—�Por esta vez!

—�Te parece que ordene descorchar una botella de champa�a? �Tenemos que celebrar! Por lo dem�s, le sentar� muy bien al men� de hoy: pato. Tendr� que enviar una nota de agradecimiento a la marquesa de Cinq-Cygne que nos lo envi� ya desplumado y preparado.

Poco despu�s, con una tacita de arom�tico caf� al lado e instalado en la terraza, Lavoisier reley� la carta donde se le notificaba su nombramiento.

Madame Lavoisier insisti� voluble.

—Cuenta, �te ayudar� el nuevo nombramiento a conseguir fondos para nuevos equipos de laboratorio? �Por eso has estado tan caviloso? �Mayores han de ser las prerrogativas de un miembro correspondiente que las de un mero adjunto 6[Nota 6]

—No querida. Te lo vuelvo a repetir, pero recuerda que es algo estrictamente confidencial, la administraci�n p�blica est� cosida de deudas. Es imposible que la Corona otorgue ningunos fondos a la Academia. �Vamos, con trabajos siguen recibiendo su sueldo los trabajadores de la p�lvora! La deuda de la naci�n con la Compa��a General de Recaudaciones asciende ya a cerca de un de libras. Por otra parte, no es posible subir m�s los impuestos, prefiero que me paguen con puntualidad, aunque no sea mucho, a tener que andar detr�s de la gente amenaz�ndola con la Bastilla y cre�ndome enemigos innecesarios.Todav�a es rentable ser miembro de la Compa��a Recaudadora.7 [Nota 7]

Figura 16. Los Lavoisier (cuadro de David).

—Pero �qu� han dicho el contralor general del reino y la comisi�n de asuntos econ�micos de tus propuestas de reforma econ�mica?8[Nota 8]

—No dicen nada, pero no se atreven a tomar medidas de ahorro. La nobleza de nuestra �poca es realmente irresponsable, no admite que los campesinos est�n empobrecidos en forma inhumana.

—Pero, entonces �qu� se puede hacer? De alguna parte tiene que salir el dinero...

—S�, hay varios agujeros en nuestra organizaci�n, que aprovechan los evasores de impuestos; el principal es el contrabando de mercanc�as a la ciudad de Par�s. Pero no es eso lo que me preocupa m�s por el momento, todav�a tengo una reserva para material de vidrio. Lo que me tiene caviloso, y podr�a decir que me ha calentado la cabeza, son varios datos, todos interrelacionados, y no puedo evitar el sentir que debe haber una teor�a que los explique. Para comenzar por alg�n lado, est� este ensayo, precisamente del contralor general, monsieur de Turgot, sobre el estado aeriforme de la materia9 [Nota 9]dijo Lavoisier al tiempo que encend�a su pipa—. Este pensador se�ala con justa raz�n que toda substancia, siempre y cuando se le proporcione una cantidad de calor adecuada, puede adquirir el estado aeriforme. Toma como ejemplo el agua; si tiene poco calor es hielo, si tiene un poco m�s es agua com�n, y si se le a�ade a�n m�s, se hace aeriforme, se convierte en vapor de agua, y como dir�a Van Helmont, en un gas. La cosa es que, una vez que el vapor ha pasado al aire, no nos damos cuenta de que ya no se trata de aire puro, sino de una mezcla de dos gases, el aire y el vapor; que lleva el calor que se mezcl� con �l. Ahora bien, la espina que se me ha metido entre ceja y ceja es que, si todas las substancias son susceptibles de tomar el estado aeriforme y tal estado no es exclusivo del aire, �c�mo s� yo que lo que estoy considerando como el elemento aire, no es en realidad una mezcla de elementos aeriformes?

—Por lo pronto, mira, en este paquete viene un informe sobre una substancia aeriforme distinta del aire que un tal Jos� Priestley ha identificado y a la que denomina gas silvestre o aire fijo. Al menos es lo que afirma en el resumen. Desde luego que lo verificaremos; te ruego, linda, que le des prioridad a la traducci�n de este trabajo. �He aqu� justamente un hallazgo que prueba la conjetura de Turgot! Pero ya desde hace varios a�os es conocida la tesis doctoral de Black10 [Nota 10]sobre la descomposici�n de la magnesia alba y de otros �lcalis suaves que, al ser calcinados o tratados con �cido, desprenden cantidades prodigiosas del gas llamado aire fijo.

—�El mismo de Priestley? —pregunt� Mar�a Ana, que estaba al d�a, pues Lavoisier compart�a sus ideas con ella y ella participaba en los experimentos, en capacidad de dibujante, para hacer las ilustraciones de las memorias—.

—Parece que s�, lo verificaremos. Pero no s�lo esto, est� tambi�n la memoria que present� sobre los "aires facticios" ante la Academia de Ciencias inglesa el respetabil�simo Cavendish.11 [Nota 11]As� que, por lo pronto, parece que contamos con diversos gases distintos del aire atmosf�rico: el vapor de agua, el aire fijo, el aire inflamable, el aire mef�tico y el gas de los pantanos; uno obtenido por suministro de calor; otro obtenido por calcinaci�n de algunas substancias s�lidas, no expandibles, donde se encontraba fijo; esto es, atrapado. �En qu� forma? —dijo besuqueando la nariz de Mar�a Ana y continu�—. Otro, obtenido por reacci�n qu�mica entre substancias no expandibles; uno m�s, formado a partir del aire com�n por la respiraci�n de los animales; y el �ltimo, de la putrefacci�n de la materia vegetal. Es indudable que deben ser muchas las substancias que se encuentran en el estado aeriforme, permanentemente, o que pueden ser obtenidas, liber�ndolas de las substancias no expandibles donde se encuentren fijas, por adici�n de calor.

—�Qu� curioso! —exclam� Mar�a Ana—. Hace casi 50 a�os que Hales12 [Nota 12]public� sus experimentos de atrapar los gases y no pareci� darse cuenta de que se trataba de substancias diferentes.

—�Exactamente! —replic� Lavoisier; despu�s de chupar con fuerza la pipa y exhalar el humo con deleite—. Para �l, todas esas substancias aeriformes que atrap� eran aire atmosf�rico, m�s o menos contaminado con part�culas o "efluvios" ajenos a �l. Por eso fue tan importante el trabajo de Black, porque fue el primero que demostr� la existencia de un "aire" diferente del aire com�n, aunque Black s�lo se dio cuenta de que, a diferencia del aire com�n, el aire apodado fijo se fija en el agua de cal volvi�ndola opaca. El asunto es que Hales los dej� escapar, sin mayor examen que pesarlos en una balanza muy burda, y eso no siempre. Te aseguro que no contaba con balanzas como las nuestras que casi compiten en sensibilidad con las de la Casa de Moneda. Pero, adem�s, �no crees que es posible que si hay gases que se obtienen como producto de una reacci�n entre substancias no aeriformes, no puedan los gases a su vez participar en una reacci�n con una substancia no expandible, o entre ellos, fij�ndose en forma de un producto s�lido o l�quido?

Despu�s de reanimar su pipa que ya se estaba apagando, Lavoisier continu�:

—A esta inquietud, a��dele el hecho de tantos informes sobre el aumento de peso de los calces met�licos respecto del peso del metal, cuando �ste se calcina; y las sugerencias que se han hecho, olvidadas por la mayor�a de los qu�micos actuales; una, la de Boyle, de que el aumento se debe a la fijaci�n de part�culas de fuego, y la otra, de que se debe a absorci�n de aire.

—Mira, esos otros papeles que llegaron tambi�n en el paquete —dijo tendi�ndoselos a la joven— son memorias donde se informa sobre ganancia de peso de distintas substancias al ser calcinadas. Desde luego que los verificaremos. Ahora bien, este aumento del peso es un asunto muy serio. Es un hecho, c�mo decirte, que para m� demuestra la falsedad de la teor�a de que el flogisto se escapa del metal cuando �ste es calcinado. Es rid�culo suponer una substancia con la propiedad absurda de "antipeso", todo eso est� chueco.

—¿S�? —pregunt� Mar�a Ana con timidez—.

Lavoisier continu�.

—Tengo la convicci�n de que el aumento de peso de los calces se debe a fijaci�n del aire, pero si �ste fuera una mezcla, el aumento se deber�a a la fijaci�n �de uno, de varios de sus componentes? Habr�a que probar esto. Ya sea una cosa o la otra, los calces no ser�an elementos, y por lo tanto debo hallar la forma de llevar a cabo su descomposici�n, recuperando el aire absorbido. Demostrarlo con alg�n calx ser�a suficiente por el momento.

—Has dicho varias veces: habr� que verificarlo, �por qu�?

—Porque los experimentadores no prestan la atenci�n que deben al fen�meno que tienen enfrente, pesan los calces, pero no controlan la presencia del aire, no lo pesan, ni miden la disminuci�n de presi�n en un recipiente cerrado para calcular cu�nto se consumi�.

—Comprendo la idea de medir la presi�n y el volumen que el gas ocupa y darse cuenta de que se consumi�, pero el resultado es variable, depende del estado del tiempo13 [Nota 13]�C�mo pesarlo en forma precisa?

—Hay diversos modos, uno muy qu�mico e indirecto. Es el empleado por Cavendish para sus estudios del gas inflamable.

—Lavoisier tom� uno de los informes que hab�an llegado en el paquete y procedi� a garrapatear en la parte posterior mientras le explicaba a Mar�a Ana.

—Se pesan el frasco A, el tubo de comunicaci�n B y el tubo secante C, lleno de �lcali fuerte, se verifica que los tubos y el frasco ajusten perfectamente entre s�. Se pesa una cantidad de �cido que se coloca en el frasco y se voltean sobre �l las virutas de metal previamente pesadas, inmediatamente se cierra el aparato. Toda humedad y �cido que salpique se atora en el tubo secante. Cualquier aire fijo que pudiera desprenderse se fija en el �lcali fuerte. As�, s�lo escapa el aire inflamable y como se conoce el peso inicial, la diferencia entre �ste y el nuevo peso, que es menor, no puede ser otra que el peso del gas desprendido.

Figura 17. Aparato de Cavendish para calcular el peso del gas desprendido en la reacci�n que ocurre en el frasco.

Figura 18. Lavoisier trabajando en la descomposici�n del �xido merc�rico.

—�Y c�mo probar o desmentir la hip�tesis de Boyle?14 [Nota 14]

—�Ah, hay algo que los qu�micos est�n ignorando! Y que me he dado cuenta que es indispensable probar y de lo que estoy �ntimamente convencido, que la masa total de los reactantes en una reacci�n qu�mica es igual a la masa total de los productos. �En la Naturaleza y por lo mismo en el laboratorio, nada se crea, s�lo se transforma! Por lo mismo, si llevo a cabo una calcinaci�n en un recipiente cerrado y compruebo que su peso es el mismo despu�s de que se enfri� que al inicio, cuando cerr� el recipiente, antes de empezar a calentar; como estoy seguro que ocurrir�, la hip�tesis de Boyle quedar� descartada, porque la masa total, del recipiente cerrado ser� la misma, y cuando, una vez abierto, se compruebe que el peso del calx es mayor que el peso del metal original, se tendr� que concluir que el calx es el resultado de la fijaci�n del aire con el metal y no con el calor o con el fuego. Ninguno de ellos lleva a cabo las calcinaciones de metales en recipientes cerrados. He estado planeando una serie de experimentos bien controlados para probar mis conjeturas.

—Bueno, en resumidas cuentas, Boyle no tiene raz�n porque el flogisto no es el causante del aumento de peso de los calces, pero tampoco tiene raz�n Stahl, porque es imposible que los calces sean el metal desprovisto de su flogisto; entonces, seg�n t�, los calces son el metal m�s aire. Pero �y las flamas qu� son?

—No va a ser f�cil echar abajo la teor�a de que el flogisto se desprende del metal. Habr� que explicar de otra forma la mayor�a de los hechos que el flogisto dizque aclara. �Deben poder ser comprendidas la combusti�n, la calcinaci�n y la respiraci�n en forma racional, newtoniana!

—�Quieres decir con esto una explicaci�n en t�rminos de �tomos?

—�No, no! Quiero decir en t�rminos de substancias reales todas ellas con el primer atributo de toda materia, su masa, y no ese comod�n aberrante llamado flogisto. �No en balde hemos nacido despu�s de Isaac Newton!... Ahora bien,... s�... las flamas... Estoy preparado para admitir que el flogisto existe combinado en el aire, se desprende en la luz y el calor de la flama, con lo que el aire pierde sus expansividad y se fija en el metal.

Al ver el asombro de Mar�a Ana, quien con dificultad lo segu�a, Lavoisier explic�.

—Digo esto, basado en la teor�a de Turgot, f�jate bien. Si un l�quido se convierte en vapor; es porque absorbi� calor; esto es, fuego; entonces, las substancias en estado aeriforme indudablemente son compuestos de ellas mismas con el flogisto, al que deben su expansividad. No veo por qu� el aire haya de ser la excepci�n.

Al ver la expresi�n de comprensi�n en el rostro de Mar�a Ana y que se transformaba en adoraci�n abierta, Lavoisier no resisti� puntualizar.

—Nota que en mi conjetura se explica el aumento de peso del calx, se explica la flama y no se requiere suponer una substancia misteriosa que a veces pese y a veces no, basta con suponerla siempre muy ligera y sutil.

—S�, bell�simo, pero hay en todo esto un detalle que no comprendo bien —dijo Mar�a Ana juntando las manos bajo la barbilla—, a veces dices peso, a veces dices masa...

—�Oh! Cuando digo masa me estoy refiriendo a la propiedad de la inercia ante el cambio del estado de movimiento por acci�n de un agente externo al cuerpo en cuesti�n, como se entiende en mec�nica, que interpreto como cantidad de materia. El peso, por otra parte, es la fuerza con que una porci�n de materia es atra�da por la Tierra; su magnitud es igual al producto de la masa por la aceleraci�n de la gravedad. Masa y peso son propiedades diferentes. Ahora, ocurre que la balanza compara los tirones de la Tierra sobre los objetos colocados en sus platillos. As�, cuando se equilibra, se est�n igualando los pesos,

masa(de las pesas) X g= masa(del objeto) X g,

aqu� g representa la aceleraci�n de la gravedad que en un mismo lugar de la Tierra es la misma para todos los objetos, entonces la puedo cancelar en la ecuaci�n, con lo que obtengo que igualdad de pesos implica igualdad de masas y, por ello, de manera descuidada a veces digo masas y a veces digo pesos.

—�Eah, basta ya de veraneos, regresemos a Par�s al laboratorio! —Y Lavoisier se incorpor�— �A sacar punta a los carbones, mi dibujante!—. �Si tengo raz�n, podr� armar una teor�a de la combusti�n que ponga a la qu�mica como una verdadera ciencia, a la altura de la mec�nica y de la astronom�a y deje para siempre su lugar de artesan�a m�gica.

Mientras Mar�a Ana dispon�a lo necesario para el inminente regreso a Par�s, no pod�a menos que comprender que lo que su marido le hab�a confiado, seguro lo lograr�a. �No hab�a demostrado la inexistencia de la transformaci�n del agua en tierra, no hac�a mucho?15 [Nota 15]

El 1� de noviembre de ese mismo a�o, Antonio Lavoisier deposit� un sobre sellado para ser abierto en 1773, en la Acad�mie de Sciences en �l describ�a sus experimentos iniciales sobre la combusti�n del f�sforo e informaba del aumento de peso del azufre y del f�sforo al arder, explicando que la ganancia de peso se deb�a a la absorci�n de una "prodigiosa cantidad de aire". Subraya en esa comunicaci�n que azufre y f�sforo no hab�an perdido peso como pudiera esperarse de haber perdido flogisto, y que, en contraste, el litargo (calx de plomo), al ser calentado con carb�n formaba plomo en peso menor que el peso del litargo empleado, acompa��ndose la formaci�n de plomo con un prodigioso desprendimiento de aire. "Este descubrimiento me parece que es uno de los m�s interesantes que se hayan hecho desde Stahl, y puesto que es dif�cil no dejar escapar en la conversaci�n con los amigos informaci�n que pueda ponerlos sobre la pista correcta, creo que debo depositar esta nota en manos del secretario de la Academia, para que permanezca sellada hasta el momento en que publique mis experimentos." Sin embargo, no especificaba la naturaleza de los gases absorbidos o desprendidos.

Aparato de Lavoisier. Pel�cano.

En este momento Lavoisier adquiere conciencia de ser el �nico capaz de sistematizar a la qu�mica como una ciencia. Dedica los �ltimos meses de 1772 y el principio de 1773 a los preparativos materiales e intelectuales para desarrollar y comprobar sus brillantes conjeturas. El mes de febrero inaugura una bit�cora de laboratorio: "Antes de comenzar la larga serie de experiencias que me propongo realizar sobre el fluido el�stico que se desprende de los cuerpos, sea por la fermentaci�n, sea por la destilaci�n, sea finalmente por las combinaciones de todas clases, lo mismo que sobre el aire absorbido en la combusti�n de un gran n�mero de substancias, creo necesario expresar por escrito algunas reflexiones para formularme a m� mismo el plan que debo seguir." A continuaci�n, enumera lo conocido hasta entonces sobre los distintos aires y se�ala la confusi�n existente en la que se tiende a multiplicar el n�mero de ellos, en vez de averiguar si sus diferencias no se deben a mezclas o a la presencia de impurezas en n�mero peque�o, de gases definidos. Finaliza diciendo: La importancia del tema me ha inducido a retomar todo este trabajo que me pareci� apto para producir una revoluci�n en la f�sica y en la qu�mica. Cre� necesario considerar tan s�lo como indicaciones todo lo que hab�a sido hecho con anterioridad; me he propuesto repetirlo todo con nuevas precauciones16 [Nota 16]a fin de relacionar lo que conocemos sobre el aire que se fija o que se desprende de los cuerpos con los otros conocimientos adquiridos y formar una teor�a. Los autores de los trabajos que acabo de citar, considerados desde este punto de vista, me han presentado secciones separadas de una gran cadena, de la que se han unido s�lo algunos eslabones. Pero falta a�n una inmensa serie de experiencias para formar una continuidad [...] Esta manera de encarar el tema me ha hecho sentir la necesidad, primero, de repetir, y luego, de multiplicar, las experiencias que absorben el aire a fin de que, conociendo el origen de esta substancia, pueda rastrear sus efectos en todas las diferentes combinaciones. Las operaciones por las cuales se puede llegar a fijar el aire son la vegetaci�n, la respiraci�n de los animales, la combusti�n, en alguna circunstancia la calcinaci�n y, por �ltimo, algunas combinaciones qu�micas. He cre�do necesario comenzar por estas experiencias.

A finales de 1773, llevando a cabo el programa propuesto, realiza la calcinaci�n de plomo bajo sello de mercurio utilizando una lente para concentrar el calor del Sol. Comprueba que una vela se apaga en el gas residual y comprende ya sin lugar a dudas que una parte del aire se ha fijado en el metal. En febrero de 1774 lleva a cabo la calcinaci�n de cantidades conocidas de plomo y de esta�o en ampollas cerradas de peso conocido, y al final del experimento comprueba que no ha habido variaci�n del peso total. As� comprueba su intuici�n de que el fuego no ha cedido materia al metal. Al abrir las ampollas comprueba el soplo de aire que se precipita al interior; pesa los calces obtenidos, y deduce el peso del aire absorbido. As�, en contraste con la teor�a de Stahl, que interpretaba:

plomo
litargo + f
(metal + f)
(calx de plomo)

calx de plomo + F
plomo
(contenido en el carb�n)

Lavoisier propone,

Plomo + aire atmosf�rico
calx de Plomo + f
   
aire + f

 

calx de Plomo + carb�n
Plomo + aire desprendido
 
(aire o aire fijo + f)

 

En este primer esquema, aunque todav�a se cree en la existencia del flogisto, ahora convertido en lo que se conoci� como el cal�rico,17 [Nota 17]se toma en cuenta el desprendimiento de un gas durante la reducci�n de un calx, fen�meno que la teor�a de Stahl no explica y que aparentemente nadie hab�a informado antes.

Nos hallamos ahora en el laboratorio de Lavoisier; una noche de octubre del a�o 1774. En silencio y con profunda concentraci�n, Lavoisier pesa un residuo que con cuidado infinito ha desprendido de las paredes de una redoma. Mar�a Ana irrumpe en el laboratorio invadiendo su atm�sfera acre con una exhalaci�n de violetas.

—�Los invitados est�n tocando ya a la puerta! �Querido, por favor, cambiante la peluca y ponte esta chaqueta!

—Gracias. �Qui�n dices que viene hoy?

—El reverendo Jos� Priestley, en capacidad de bibliotecario, compa�ero literario y tutor de los hijos del conde de Shelburne y marqu�s de Lansdowne.

—�Ah, qu� bien! Tengo enorme inter�s por conocer al reverendo, es un experimental de primera. Sus trabajos sobre gases compiten con los de Cavendish en originalidad mas no en rigor. �Viene tambi�n el marqu�s?



Figura 19. Cubas y probetas de Priestley. N�tese el rat�n en el tubo al frente y el vegetal en el tubo del lado derecho.

—S�, desde luego. �Oigo sonar la campanilla otra vez, han de ser el secretario de la Academia y nuestro amigo Mar�chal!

Despu�s de la soupe a l'oignon, el Chateaubriand acompa�ado de un tinto de primera, y la habilidad de Mar�a Ana como anfitriona especializada en cient�ficos, la formalidad y tiesura hab�an desaparecido dando lugar a un ambiente de cordialidad.

—Reverendo Priestley, �no encuentra dif�cil conciliar sus deberes ministeriales con la pr�ctica de la qu�mica? —pregunt� Mar�chal—.

—�De ninguna manera! Son m�s bien mis feligreses los que viven en un permanente estado de asombro al ver a su pastor metido siempre entre frascos, vapores y tubos. Siempre hay murmuraciones de que sirvo a dos altares, pero en realidad m�s bien creo que les divierte y les enorgullece tener un pastor "avanzado", al fin y al cabo mi congregaci�n es disidente.18 [Nota 18]

—Tengo entendido que ha tenido dificultades en el pasado. —coment� Mar�chal—.

—Debidas a mi pr�ctica de la qu�mica, en realidad, no. Mis dificultades m�s bien han sido resultado de mis opiniones teol�gicas independientes. Las gentes de la Iglesia de Inglaterra se aferran a la letra de la Biblia de un manera visceral y les molesta que yo les muestre una lectura cr�tica de ella. Me imagino que aqu� en Francia pasar� lo mismo.

—Nosotros —terci� el secretario de la Academia—, por el contrario; encabezados por Voltaire, m�s bien nos hallamos en plena etapa de fervor racionalista, incluyendo a nuestro propio clero.19 [Nota 19]Por otra parte, aqu� en Francia una discrepancia en asuntos teol�gicos, adem�s de no estar de moda, no implica una discrepancia pol�tica como ocurre en Inglaterra, en donde el rey encabeza la Iglesia.

—�Cu�nta raz�n tiene su excelencia! Esta unificaci�n de Iglesia y monarqu�a es una de las razones que me impulsaron a la disidencia. Cambiando de tema, tengo una inquietud que quisiera discutir con el se�or Lavoisier, y es que usted en su informe a la Academia de Ciencias francesa afirma que es aire combinado con el metal lo que forma un calx, y adem�s inform� que, al calentar el calx con carb�n, se halla un desprendimiento enorme de aire. �Es �ste el aire fijo de Black?

—Tengo una opini�n absolutamente segura al respecto, pero es dif�cil admitir que lo sea, pues proviene del calx que absorbi� aire atmosf�rico cuando �ste se form�, y he comprobado que es imposible la formaci�n de calx en aire fijo, por lo que no puede ser aire fijo el que se absorbe en la calcinaci�n.

—�Entonces, se absorbe aire com�n en la formaci�n del calx y se desprende aire fijo en su descomposici�n? Quisiera saber su opini�n al respecto.

—Me faltan todav�a diversos experimentos para poder darle una respuesta definitiva. No es sorprendente que se combine, en la calcinaci�n, un gas, y en la reducci�n, se desprenda el otro. Note usted que este aire que se desprende tiene un origen complicado, no olvide al carb�n. He comprobado que opaca el agua de cal y no sostiene la combusti�n. As� que usted dir�.

—Hmm... Es que yo he llevado a cabo la calcinaci�n de un calx durante la cual se obtiene un gas diferente del aire fijo y del aire com�n. Esto es, si usted tiene raz�n en que, durante la calcinaci�n de un metal, una porci�n del aire com�n se absorbe o se combina con el metal, yo encuentro que en la reducci�n del calx se desprende un gas diferente del aire com�n y del fijo, pero sin haber usado carb�n.

—�C�mo? —exclamaron los comensales asombrados—. �Est� usted diciendo lo mismo que Pedro Bayen y Cadet de Gassincourt! �Es posible obtener el mercurio met�lico del precipitado rojo de mercurio sin necesidad de carb�n? Pero �usted dice que con desprendimiento de un gas diferente del aire com�n y del aire fijo?20 [Nota 20]—Unos a otros se miraron extra�ados y empezaron a comentar entre s� con escepticismo—.

—Escuchemos al reverendo —dijo el marqu�s de Lansdowne alzando ligeramente la voz—. Adelante Joseph, su narraci�n es fascinante, oig�moslo, —a�adi�—.

Priestley permaneci� callado, en concentraci�n, con las manos juntas mordi�ndose los nudillos. Mar�a Ana, con una discreta se�a, indic� al mesero que sirviera una segunda ronda de caf� y de Armagnac

—Me procur� un lente de 12 pulgadas de di�metro y 20 de distancia focal, y proced� con entusiasmo a examinar; con su ayuda, cu�l clase de aire desprenden una gran variedad de substancias naturales y facticias. Despu�s de diversos experimentos, el 1 de agosto de este a�o me propuse extraer aire del mercurius calcinatum per se. Encontr� que con la ayuda del lente muy f�cilmente se desprend�a aire.

En ese momento Mar�a Ana se dio cuenta de que la respiraci�n de su marido se alteraba aunque su exterior permanec�a inmutable.21[Nota 21]

—Comprob� —sigui� diciendo Priestley— que no se embebe en el agua. No me sorprendi�, desde Hales sabemos que much�simas substancias s�lidas despiden aire al ser fuertemente calentadas. Pero lo que me sorprendi� m�s all� de lo que pueda expresar es que una vela arde en ese aire con vigor; brillantez y tama�o aumentados. Fue un movimiento instintivo, ten�a la vela encendida a un lado y miles de veces he introducido velas para descubrir la presencia de aire fijo o de aire flogisado, o de aire nitroso o aire muri�tico... y cuando esperaba que se apagar�a, �oh sorpresa, oh destello! Estaba, estoy emocionado. Inmediatamente me dispuse a preparar m�s y m�s aire a partir del calx de mercurio; esa noche no dorm�. Insert� una brasa en otro frasco del gas, y vi que echaba chispas y crepitaba exactamente como el papel impregnado de soluci�n de salitre cuando se quema. La brasa se consumi� rapid�simamente. En otro frasco con el gas, introduje un alambre de fierro al rojo, destell� y se puso al rojo-blanco como pose�do de un esp�ritu.

Priestley call� y apoy� la cabeza en las manos. Todos aguardaban en expectante silencio.

—Han de saber —continu�— que entonces me puse a preparar varias jaulas para atrapar ratones. Hasta el momento he podido hacer una sola prueba preliminar con uno de ellos. Para mi sorpresa, el rat�n pareci� animarse y permaneci� activo m�s del doble de tiempo de lo que suelen permanecer en el mismo volumen de aire com�n. Entonces, me arriesgu� e inhal� un poco yo mismo y me sorprend� porque me sent� muy bien. �Qu� pueda estar ocurriendo, no lo s�!

—Entonces —intervino Mar�chal con sorna imperceptible—, usted parece haber obtenido a partir de un calx �el p�bulo de la vida!

—�Y ha continuado con sus experimentaciones? —pregunt� Mar�a Ana lanzando un mirada enojada en direcci�n de Mar�chal—.

Figura 20. Ampolla de vidrio en la que hac�a saltar chispas el�ctricas Cavendish.

—No, desgraciadamente se ha agotado el lote que ten�a de mercurium calcinatum per se, y no deseo fabricarlo yo mismo con el poco mercurio que tengo y que utilizo para sello en las cubas neum�ticas. Pensamos comprar aqu� en Par�s una buen cantidad para continuar; sobre todo para comprobar el efecto de este aire en los ratones, y verificar m�s all� de toda duda si viven m�s en el gas que en el aire com�n.

—�Est� usted seguro, reverendo Priestley, de que el calx empleado era puro? —pregunt� Lavoisier—.

—Lo estoy, razonablemente. Esa es una de las razones de haber venido a Par�s a comprarlo. Tener la certidumbre de que utilizo el compuesto puro. Por otra parte, he repetido el experimento con litargo y obtenido el mismo resultado, desprendimiento de un gas que aviva las llamas, pero el experimento es m�s dif�cil por m�s lento. Adem�s, tengo el escr�pulo de que pudiera tratarse del mismo aire nitroso22 [Nota 22]que he descubierto hace tiempo y que tambi�n aviva la llama, aunque... de un modo distinto.

Las �ltimas palabras de Priestley desencadenaron un recuerdo en Lavoisier. Hac�a cosa de un mes hab�a recibido una carta de un tal Scheele, de Suecia, con el extra�o requerimiento de que tratara de calentar �lcali suave de plata23 [Nota 23]con ayuda de una lente. El remitente dec�a no haber podido hacerse de una, por lo que le rogaba que realizara el experimento, absorbiera el aire fijo resultante en agua de cal y viera si en el aire que a�n quedaba ard�a o no una vela.

En ese momento, un ligero roce de la mano de Mar�a Ana sobre su manga de seda hizo volver a Lavoisier a la realidad circundante.

—�Y tiene usted en mente una teor�a que explique lo ocurrido? —pregunt� con una voz en la que s�lo Mar�a Ana percibi� tensi�n y expectaci�n—.

—Bueno, no soy te�rico —dijo el ministro con una sonrisa de modestia—, pero de acuerdo con Stahl —replic� inocente—, una vela al arder da flogisto y se apaga cuando el �mbito que la rodea se satura de �l. Entonces, he pensado que el aire ordinario soporta la combusti�n porque s�lo est� parcialmente saturado de flogisto y est� por as� decir en posici�n de absorber m�s. Las substancias combustibles arden en el aire com�n con flama moderada. En este nuevo aire, la flama es v�vida, mucho m�s, oh s�, mucho m�s. Uno podr�a concluir que este aire es un aire deflogisticado, �no les parece? �Y que la porci�n de aire que queda de una combusti�n en aire com�n es aire flogisticado?

Hizo adem�n Priestley de buscar d�nde anotar y con qu�, y Mar�a Ana, siempre preparada, pens� que ten�a enfrente un sabio despistado, por lo que hizo una se�a discreta al mesero, quien como por encanto produjo un tintero con su pluma de ganso y un pliego de papel, salvando as� la blancura amenazada del mantel. Priestley escribi�:

Aire flogisticado = aire + f

Aire deflogisticado = aire -f

Lavoisier; sereno asinti� con la cabeza. Mar�chal intervino comentando.

—�Qu� cosas de la ciencia! �Cu�l esp�ritu ang�lico le hizo tomar la vela e introducirla en el frasco?

—Le digo, yo no ten�a una finalidad concreta al hacer este experimento y realmente no esperaba mucho de �l. Si no hubiera ocurrido que ten�a enfrente la vela, quiz� jam�s hubiera hecho la prueba. M�s se debe a lo que llamamos el azar que a cualquier designio o teor�a anticipada.

Lavoisier volvi� a asentir con gravedad y la conversaci�n se generaliz� hacia las pol�ticas cient�ficas de los reinos; al poco rato, el secretario de la Academia se levant� anunciando que ya era muy tarde, que se retiraba, con lo que desencaden� la desbandada de los invitados. Al despedirse, Lavoisier record� al ministro y al marqu�s que los esperaba al d�a siguiente para que visitaran su laboratorio.

En los primeros meses de 1775, Lavoisier colect� el aire producido por la reducci�n sin carb�n del calx rojo de mercurio y lo prob� para determinar si era o no aire fijo. Hall� que no opacaba el agua de cal cuando se burbujeaba en ella y registr� en su bit�cora que "lejos de extinguir una flama, �sta se avivaba m�s que en el aire". Concluy� que este gas era no s�lo no aire com�n "sino m�s puro que el aire en el que vivimos". Una vez confirmado el resultado experimental de Priestley, hizo notar que calcinando mercurio se podr�a analizar el aire atmosf�rico en sus componentes. En abril de 1776, estudi� el aire residual de una calcinaci�n prolongada de mercurio y verific� que si bien no sosten�a la combusti�n, no era aire fijo sino aire mef�tico.

Figura 21. Aparato para generar hidr�geno a partir de agua, de Lavoisier.

Figura 22. Tabla de los elementos qu�micos propuesta por Lavoisier.

Fue finalmente el 5 de septiembre de 1777 cuando en una memoria le�da ante la Academia hizo p�blica su teor�a de la calcinaci�n y de la combusti�n:

i) El aire es una mezcla de dos fluidos el�sticos, uno de ellos es la parte eminentemente respirable, la otra es el aire mef�tico que llamo �zoe.

ii) Los calces son compuestos de metal con la parte eminentemente respirable del aire que llamo ox�geno. Son �xidos del metal.

iii) El aire fijo es un compuesto de carb�n con ox�geno.24 [Nota 24]

iv) Todos los �cidos son compuestos formados por substancias no met�licas y ox�geno.25 [Nota 25]

v) Los metales, el ox�geno, el �zoe, son elementos qu�micos en el sentido que us� Boyle para la palabra elemento, porque hasta ahora no se han podido reducir en substancias m�s simples, ni se han podido transformar unos en los otros. Concomitantemente, no son elementos qu�micos ni el aire, ni la Tierra, ni el fuego. Este �ltimo es el proceso, que ocurre en el lugar donde vemos la flama, de combinaci�n de ox�geno con el combustible durante el cual se desprenden cal�rico,26 [Nota 26]luz y aire fijo.

 

Figura 24. Algunos elementos. Comenzando por la esquina inferior izquierda y siguiendo en el sentido de las manecillas del reloj, cristales de yodo en un vidrio de reloj, cristales de azufre, cobre nativo; en la redoma (Erlenmeyer) y bromo al frente en otro vidrio de reloj.

vi) En la combusti�n de las substancias org�nicas, le�a, alcohol, etc., m�s gases se desprenden de los que se absorben en la oxidaci�n, y en estos casos las cenizas resultantes pesan menos que el material original. Se desprende vapor de agua, aire fijo y mon�xido de carbono... Muchos qu�micos y f�sicos encontraron la teor�a de Lavoisier inaceptable. Quedaba un obst�culo serio por vencer y era el siguiente. Al disolverse un calx de metal en �cido diluido en agua y evaporar el agua se obtiene una sal. Este hecho innegable, se escrib�a:27 [Nota 27]

i)
calx + �cido
sal.

Ahora bien, cuando se disuelven virutas de metal en una soluci�n acuosa de �cido, se desprende el gas inflamable y al evaporar el agua se encuentra la misma sal:
ii)
metal + �cido
sal + gas inflamable.

Preguntas. �Por qu� hay desprendimiento gaseoso en (ii) y no en (i)? �De d�nde proviene el gas inflamable? �A ver; que conteste Monsieur Lavoisier! —dec�an los flogistonistas—. �No puede contestar! —dec�an regocijados—, porque, seg�n �l, el calx es compuesto de metal con aire deflogisticado, as� que tiene que interpretar; la reacci�n (i) como:

(metal + ox�geno) + �cido sal,

pero entonces, para la reacci�n (ii) tendr�a que escribir:

metal +(nometal+ox�geno) (metal+ox�geno+nometal)+ gas,

con lo que estar�a diciendo que el gas sali� de la nada. En cambio, nosotros tenemos una respuesta: los metales no son elementos, el gas inflamable proviene del metal y es el flogisto. Nuestro razonamiento es el siguiente.

Ya desde 1766 Cavendish, y recientemente en 1782, el se�or Priestley, han demostrado que los calces calentados en ambiente de gas inflamable se reducen al metal:

Calx + gas inflamable metal

y como en nuestra teor�a:

calx+f metal,

la conclusi�n es irrefutable, el gas inflamable es f. As� como el aire fijo se obtiene por calentamiento de los �lcalis suaves, hecho demostrado irrefutablemente por Black, as� se obtiene el gas inflamable del metal por acci�n de los �cidos. Como por (i) la sal es (calx + �cido), al disolverse las virutas met�licas en (ii), se intercambia el �cido con el flogisto y este �ltimo se libera:

(calx + f) + �cido (calx + �cido) + f.

Si fu�semos fatalistas, dir�amos que el destino escogi� a Cavendish y a Monge para el magno hallazgo con el cual Lavoisier responder�a a la objeci�n de los flogistonistas y emprender�a su campa�a abierta en contra del flogisto. Pero no hay destino preordenado en ciencia. Lo que hay o no, desde luego contando con ganas e inteligencia, es el factor imponderable consistente en estar en el lugar adecuado, a saber; con el equipo experimental adecuado y con la informaci�n adecuada. Por ello, los cient�ficos para producir viajan no s�lo a presentar sus resultados ante la cr�tica implacable de sus colegas, sino sobre todo a o�r y a intercambiar la informaci�n m�s reciente, como quien dice a comer y a que no les coman el mandado. As�, nos transladamos ahora a Londres a principios de 1783...

La campanilla segu�a repiqueteando en la cocina y Cordelia hubo de secarse las manos artr�ticas parar ir a abrir.

—�Carlos! —murmur�—. �Este muchacho nunca est� cuando se le necesita! �Ayudante, mucho que ayuda! �Se�orito, eso es lo que es!

Al abrir la puerta, un viejo, atildado como un pr�ncipe, y envuelto en neblina helada, sin saludarla, le orden�:

—�Anuncie al se�or Cavendish que el representante del banco Lloyds & Peabody desea hablar con �l!

—Eso es imposible, caballero, el se�or ha ordenado que por ning�n motivo se le interrumpa.

—�No me diga! Haga el favor de anunciarme. —En ese momento apareci� Carlos en la puerta, el representante en forma igualmente cortante repiti� su solicitud—.

—Creo que lo mejor es que el caballero pase. Yo lo acompa�ar� hasta la puerta del laboratorio.

A medida que fueron subiendo las escaleras, se hicieron perceptibles varias explosiones cuyo estr�pito de vidrios la pesada puerta de roble no alcanzaba a atenuar. Con una ligera inclinaci�n y una sonrisa ir�nica, Carlos se�al� la puerta diciendo:

—S�rvase tocar usted mismo.

—�Y por qu� he de ser yo el que toque? —replic� el representante—.

—Porque si lo hago yo, perder� el empleo.

—�Pero qu� servidumbre tan fresca tiene este Cavendish; un mill�n de libras en el banco, el hombre m�s rico de Inglaterra y no tiene un mayordomo digno de ese nombre! —pens� el representante y moviendo la cabeza, llam� a la puerta. Despu�s de unos segundos, se oy� otra explosi�n. Carlos y el representante se miraron, pero este �ltimo no iba a darse por vencido e insisti�.

La puerta se abri� con violencia y un hombre vestido con ropas viejas del siglo pasado, fulmin� con la mirada a los impertinentes que lo interrump�an.

—Le advert� al se�or representante del banco —se adelant� a aclarar Carlos— que su se�or�a ha dado �rdenes de que no se le interrumpa por ning�n motivo, pero insisti� en llamar �l mismo.

Antes de que el representante pudiera abrir la boca, Enrique Cavendish le dijo mientras lo recorr�a con una mirada helada:

—He depositado mi fortuna con ustedes porque los cre� capaces de tomar las decisiones necesarias sin que me est�n molestando. En vista de que no es �ste el caso, retirar� mi dinero para depositarlo en otra parte.

Al ver que la puerta se cerraba, el representante bancario meti� el pie al tiempo que exclamaba contrito:

—�Le aseguro, se�or Cavendish, que esto no volver� a repetirse! —El cient�fico lo mir�, mir� el pie y, cuando el representante lo retir�, cerr� la puerta. Regres� al lado de la enorme mesa de su laboratorio y enrosc�ndose el pelo con la mano derecha, empez� a mascullar sus pensamientos—.

—Parece que no cabe duda, este gas de Boyle, gas inflamable, es el mejor candidato para ser el tan buscado flogisto. El hecho m�s importante para esta afirmaci�n es la reducci�n de los calces met�licos con �l.

—Es 11 veces menos pesado que el aire, los animales no pueden respirar en �l, su flama es azul, no deja huella de carb�n y explota cuando se encuentra mezclado con aire atmosf�rico, aunque s�lo en mezclas de determinadas proporciones. No es soluble en agua, no es soluble en soluciones de �lcalis.

—En cuanto a su obtenci�n, se obtiene tanto por acci�n de vitri�lico diluido, como por acci�n del �cido muri�tico sobre hierro, esta�o o zinc. Este hecho y el m�s importante, a saber; que a iguales cantidades de metal disuelto en el �cido, se obtienen iguales cantidades del gas, me hace sospechar que proviene de los metales y que si bien la calcinaci�n es combinaci�n del metal con ox�geno como descubri� Lavoisier, el flogisto de todos modos est� fijo en el metal.

—Lo que interesa ahora es aclarar dos cosas sobre la explosi�n del gas inflamable con el gas deflogisticado. Una es averiguar si la explosi�n da lugar a una disminuci�n de peso como afirma Warltire, cosa que dudo mucho y la otra es examinar el roc�o que Priestley me advirti� se forma y que ya he observado... Hmph... s�.

Cavendish se inclin� a recoger un trozo de vidrio y acarici�ndolo se dio cuenta de que estaba h�medo.

—S�, no cabe duda —sigui� pensando—, adem�s es verdad lo que Maquer afirma... al colocar una pared fr�a sobre la llama del gas inflamable, se colecta roc�o que parece ser agua... aunque un poco �cida al gusto... Se combinan los gases y m�s que una explosi�n lo que ocurre es una implosi�n, las paredes de vidrio no han aguantado la presi�n atmosf�rica cuando los gases se fijan en forma de l�quido. �Tendr� esto que ver con lo que inform� Beccaria de que al pasar descargas el�ctricas en agua parece desprenderse un gas? �Cu�l gas podr� ser? Hmmf... El aparato para producir chispas el�ctricas da lugar a una fuerza tremenda... ah� est� lo de los 100 monjes, que en fila y cogidos de la mano pegaron tremendo salto al descargarse el aparato a trav�s de ellos... una fuerza tremenda...

En ese momento se desliz� al laboratorio el ayudante.

—�Carlos! �Est�n ya listos los globos de vidrio reforzado?

—Sí se�or; est�n perfectamente limpios, en este instante los conecto a la bomba para hacerles el vac�o.

—�Cuidado, ponte los guantes de tela para manejar los globos ya limpios! La mezcla que introduciremos en ellos ser� de dos partes de gas inflamable por una de gas deflogisticado, con esta proporci�n la implosi�n es �ptima. �Est�n ya listos los tubos para secar la mezcla antes de introducirla en los globos?

—S�, s� se�or; los sacar� de la estufa en el �ltimo momento para estar seguros de que no tienen ninguna humedad y de que chupar�n cualquiera que pueda haber en los gases. �Preparo ya la mezcla? Los globos ya est�n vac�os.

—No, ya la tengo lista y medida en este matraz. Ahora conectemos el matraz de la mezcla gaseosa al tubo secante. Eso es. �Con qu� dices que lo rellenaste?

—Con padecer�a limpia de papel filtro.

—Ahora, conectemos el globo vac�o en el otro extremo del tubo secante, as�, abre las dos v�lvulas de conexi�n... �Eso es!... ya pas� parte de la mezcla gaseosa al globo. Ahora, sube el nivel de mercurio en el matraz para que toda ella pase al globo. Muy bien, ya est�. Ahora desconecta y pesa el globo.

En ese momento Cordelia llam� a la puerta del laboratorio y en voz alta dijo:

—En la nota que el se�or me dej� en la mesa del hall, dice que compre una pierna de borrego para la cena.

—�Maldita sea! —murmur� para s� el investigador y alzando la voz dijo:—

—S�, �y...?

—Es que hoy vendr�n sus amigos de la Sociedad Real.

—S�, �y...?

Figura 25. Portada del libro de Sheele Tratado qu�mico del aire y de fuego.

—�Es que, se�or; no va a alcanzar una pierna para cinco!

—�Pues compre dos! —contest� enojado Cavendish— �Mujeres! —murmur� para s�—.

—El peso del globo es de 400 g —declar� Carlos—. �Conecto ya los electrodos?

—No, ret�rate lejos, no estamos seguros de que estos nuevos globos aguanten—. Y diciendo y haciendo, Cavendish hizo la conexi�n, un rel�mpago destell� en el globo, se opac� su interior y un copioso roc�o ba�� sus paredes.

—�Bravo! �Aguant�! —exclam� Carlos entusiasmado y ni tardo ni perezoso procedi� a desconectar los electrodos y a pesar el globo bajo la mirada intensa de su maestro—.

—�400 g! Ya me lo imaginaba, la masa permanece constante, Walrtire debi� cometer un error. Ahora pesemos el l�quido que se ha formado y midamos su densidad... 1.00 g/ml. —Tom� Cavendish la pluma y anot� en la bit�cora de laboratorio los datos. Procedieron luego a calentar el l�quido hasta evaporaci�n total y comprobaron que no dejaba residuo ninguno. Un sinn�mero de veces se repiti� este rito con las operaciones auxiliares de limpieza del equipo y preparaci�n de mezclas medidas de aire inflamable con ox�geno, durante varias semanas. En una de tantas, no pudo resistir ya m�s Carlos y dijo:

—Maestro, �me permite probarlo? �Creo que se trata del agua m�s pura que haya visto jam�s!

—Si quieres... �Desde luego que es agua!

Cavendish se sent� ante su escritorio y escribi� en la bit�cora:

"Pienso que debo conceder que el aire deflogisticado no es otra cosa sino agua deflogisticada; o en otras palabras, que el agua consiste de aire deflogisticado unido a flogisto; y que el aire inflamable es o puro flogisto; como supone el doctor Priestley, o agua unida a flogisto. Esto �ltimo es lo que creo m�s probable, en resumidas cuentas:

aire deflogisticado agua - f

aire inflamable agua + f

Carlos, despu�s de leer lo escrito por el maestro coment�:

—Entonces, el agua, un elemento en el sentido de Boyle, preexiste en los gases, y la causa de la deflagraci�n es una redistribuci�n de flogisto. —Cavendish no contest�, simplemente asinti�, era hombre de pocas palabras—.

En mayo o junio de 1783, sir Carlos Blagden, ayudante de Cavendish y recientemente nombrado secretario de la Sociedad Real, visit� a Lavoisier en su nuevo laboratorio del arsenal. En esa reuni�n le coment� sobre los experimentos de obtenci�n del agua que hab�a estado haciendo Cavendish. Lavoisier; por su parte, hab�a estado muy intrigado por el producto de la combusti�n del hidr�geno en ox�geno, pensando que no siendo el hidr�geno un metal, deb�a al igual que el azufre y el f�sforo dar lugar a un �cido al combinarse con el ox�geno. En 1783, ya hab�a determinado hacer el experimento en gran escala para atrapar el producto cualquiera que �ste fuese. As� que todo fue abrir la boca Blagden que Lavoisier se precipit� delante del mismo Blagden a repetir el experimento de Cavendish. Quiz� por la prisa hubo algunas fugas de gas, los datos cuantitativos no coincidieron muy bien. Sin embargo, el 25 de junio, despu�s de discutir con su amigo el gran matem�tico Pedro Sim�n Laplace, present� una comunicaci�n ante la Academia de Ciencias de Par�s que comenzaba diciendo: "Los se�ores Lavoisier y Laplace anuncian que han repetido �ltimamente, en presencia de varios miembros de la Academia, la combusti�n del aire inflamable con el aire deflogisticado..." Mas adelante se afirmaba, "... El agua no es un elemento, con lo que se quiere decir no es una substancia simple, sino que es el compuesto constituido por aire inflamable y ox�geno".

Al a�o siguiente, Lavoisier y el ingeniero Meusnier despu�s de largas discusiones con Laplace, a quien tampoco le hac�a mucha gracia el flogisto, llegaron a la conclusi�n de que el gas inflamable proven�a del agua. Propusieron como respuesta a la objeci�n de los flogistonistas la siguiente interpretaci�n de la reacci�n (ii) en dos pasos:

agua
.
   
metal + (hidr�geno + ox�geno)
= =
calx + hidr�geno
calx + �cido = = sal.

es decir; propon�an que el hidr�geno proven�a del agua.28 [Nota 28]Pero no s�lo eso, sino que habiendo sido convocado un concurso para producir hidr�geno en grandes cantidades, destinado al globo dirigible de los hermanos Montgolfier, Lavoisier y Meusnier ganaron el concurso mediante la obtenci�n de hidr�geno a partir de agua. Hicieron pasar vapor de agua sobre limaduras de fierro al rojo, encerradas en un tubo de escopeta.

La reacci�n que tiene lugar en este caso es:

hierro + (hidr�geno+ox�geno) == �xido de fierro + hidr�geno.

Ni qu� decir que las virutas de fierro se cubrieron de �xido de fierro, un polvo negro, mientras que por uno de los extremos del tubo se hac�a burbujear alegremente al hidr�geno, es decir; al "generador de agua".

La celebraci�n del buen �xito de este experimento, que represent� el tiro de gracia para el flogisto, consisti� en la ceremonia f�nebre de su entierro, a los 100 a�os de la muerte de Joaqu�n Becher. Madame Lavoisier; vestida como sacerdotisa de la ciencia y rodeada de las celebridades cient�ficas de Par�s, puso fuego a los escritos de Becher y de Stahl sobre un altar improvisado, mientras la concurrencia entonaba un r�quiem.



Figura 26. Portada de libro de Priestley Experimentos y observaciones sobre diferentes clases de aire.

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